Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: sábado 28 de diciembre de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Quién diría, unas inofensivas e inocentes “pititas”, lograron poner fin a un oprobioso régimen. El creador de su impacto, el mismo Evo Morales, seguramente debe soportar terribles sufrimientos cuando retumba en sus oídos esa magnífica palabra y sus sentidos, que paradójicamente él mismo acuñó. Ni qué decir de su militancia. A lo mejor pedirán, en “resguardo de sus derechos humanos”, retirar la palabra, pita del Diccionario de la Real Académica de la Lengua Española, por el sufrimiento y la tortura que les provoca oírla.
La alocución, de antología, realizada por Morales, en Cochabamba el jueves 24 de octubre, a cuatro días de iniciado el intenso conflicto, desencadenó, 17 días después, la salida del dictador. La palabra “pititas”, rápidamente se convirtió en el símbolo de la resistencia, para luego cristalizarse en un emblema, al que seguramente recurriremos los bolivianos, toda vez que algún gobernante, sea de izquierda o de derecha, intente imponer abusos, caprichos o arbitrariedades. Para los bolivianos este emblema es, hoy, la mayor expresión de la democracia participativa, dadas las limitaciones intrínsecas de la democracia representativa y las urnas.
Ahora, con las “pititas”, podemos ser sujetos y actores de primer orden en decisiones políticas cruciales. De hoy en adelante, las “pititas” no solo se constituirán en el mejor resguardo contra los malos gobiernos, sino también en la exigencia de buenos gobiernos. Se instituirá, además, como una latente amenaza, frente a cualquier iniquidad o maligno desliz. Esta lección tendría que ser muy bien aprendida por la clase política. Jamás deben olvidar que la rebelión de las “pititas”, puso fin a un abominable régimen, con pretensiones de poder eterno.
Como casi todo en la vida política tiene sus paradojas, el autor del sentido y las connotaciones del término, acabó siendo la principal víctima; al igual que, saeg{un una leyenda, Guillotin, de su propio invento, la guilllotina. Morales, debe maldecir esa hora en la que, en tono irónico y burlesco, ridiculizando a las “pititas”, se ofreció para dar talleres y seminarios sobre como bloquear eficientemente. De pronto, si no hubiera vertido esas palabras, “… me he sorprendido, ahora dos, tres personas amarrando ´pititas´, poniendo ´llantitas´…”, probablemente aún estaría en el poder. Lo cierto es que esas palabras, alentaron e inflamaron inconteniblemente la rebelión. Los que hablan de golpe de Estado, dicho sea de paso, no hacen más que poner de manifiesto sus agudos niveles de retraso mental.
Ahora bien, en cuanto a sus connotaciones múltiples, el término expresa libertad, aquella libertad del soberano y su voluntad propia, para actuar contra situaciones y leyes que repugnan la razón. También denota resistencia, en términos de reacción activa y defensiva, contra despotismos e injusticias. Asímismo, enuncia rebelión, es decir el levantamiento público en contra del régimen abusivo, con la intención de derrocarlo. Entre sus varios significados, expresa también emancipación, aquella acción de liberarse de la servidumbre, subordinación o dependencia. Manifiesta, además, organización, como la principal fuerza de la acción política en las calles. Sin organización no hubiéramos tenido este desenlace. También, entre sus diversas connotaciones, muestra la unión, más allá de las diferencias de clase, origen o raza. Eso se vio en las rotondas y esquinas de las calles. Igualmente, expresa integración, en este caso, regional, entre oriente y occidente.
Fíjense, entonces, las cualidades de los sentidos que adquirió el término. Guarda, sin duda, una extraordinaria potencia. En términos históricos, hubiera sido genial reunir las miles de pititas, quizás millones, que se “amarraron” en todo el país y colocarlas en un museo, como muestra, para las próximas generaciones, de la fuerza de su significado y la lucha inclaudicable de los bolivianos en defensa de la democracia.
Así, este emblema cristalizado es lo más importante de 2019. Marca un hito en la historia de nuestra accidentada democracia. Deja también muchas lecciones a la ciudadanía en general, y, fundamentalmente, a la clase política, quienes jamás deben perder de vista el significado y los sentidos que adquirió el término.
Esas “pititas”, se pueden reactivar cualquier momento.