Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 26 de diciembre de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Como cualquier aspirante a dictador, Evo Morales intentaba dominar todos los aspectos de la vida de los bolivianos. Sus seguidores habían comenzado a atribuirle poderes divinos y se decía que, sin él, el sol y la luna iban a desaparecer, los niños iban a padecer hambre y los campos se volverían desiertos.
Los ideólogos del dirigente cocalero, aquellos que lo montaban día y noche sobre un helicóptero para que baje del cielo en cada pueblo a la manera de un mesías, impulsaban la idea de que el régimen debía copar todos los espacios de la cultura nacional, ser el responsable de la felicidad de las personas, el principio y el fin, la respuesta a todas las cosas, la solución a todos los problemas.
Es bueno saber que hoy tenemos una presidenta que hace una pausa en Navidad, que viaja en avión como cualquier mortal y que se toma tiempo para visitar a su familia, como lo hace la mayoría de los habitantes, confiados en que no hay nadie aprovechando este periodo de tranquilidad social para perpetrar alguna jugada perversa, una estrategia envolvente o una movida espuria.
La paz es la mayor utopía de la humanidad y los bolivianos estuvimos durante 14 años a expensas de un Gobierno que propiciaba el odio y el enfrentamiento como métodos de lucha; que creía en la violencia como instrumento de cambio y que construía su poder en base a la división de los que paradójicamente llamaba “hermanos”.
Esta vez, el día más esperado del año, podremos dedicarlo a los asuntos más sencillos de nuestra vida, que son los más importantes: a compartir con los seres queridos, a disfrutar de lo poco que podamos llevar a la mesa, a brindarles lo mejor a los más pequeños y a desearnos entre todos paz, felicidad y prosperidad, que lograremos sin que nadie nos diga que él o ella es el dueño de nuestros deseos, la respuesta a nuestras plegarias, la única creencia ante la que debemos inclinarnos.
El ciudadano se siente más feliz ahora, porque está disfrutando no solo del nacimiento de Jesús, sino del alumbramiento de un nuevo periodo político del que ha sido su principal protagonista. Hoy es el hombre, la mujer y el joven el que sabe que su esfuerzo y su sacrificio han dado origen a la esperanza de recuperar la democracia y eso merece celebrarlo, pues muy pocas veces se ha visto en el mundo, una hazaña como la que se vivió en el país, en la que es el pueblo el que decide tomar las riendas de su destino, alentado por la fe y el hambre paz y de justicia.
En realidad, tanto gobernantes como gobernados tenemos nada más que una oportunidad, una de las mejores que se haya presentado en la historia. Y así como el mensaje que le trajo el Nazareno a la humanidad, podemos tomarla o dejarla. Enfrentar el reto o literalmente crucificarlo, como hicieron aquellos hombres que no fueron capaces de aceptar la revolución trascendental que propuso el hijo de Dios. De cada uno de nosotros depende que esta siembra termine en frutos maduros, que la victoria labrada en la primavera pase el invierno y nos traiga muchas navidades felices en el futuro.
La paz es la mayor utopía de la humanidad y los bolivianos estuvimos durante 14 años a expensas de un Gobierno que propiciaba el odio y el enfrentamiento como métodos de lucha; que creía en la violencia como instrumento de cambio y que construía su poder en base a la división de los que paradójicamente llamaba “hermanos”