Medio: La Patria
Fecha de la publicación: martes 17 de abril de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Siempre vive fuera de la órbita de la realidad de su pueblo, aunque anuncie que se halla bien informado de cuanto sucede en su país. ¡Es imposible que comprenda el hambre, la miseria, la cohabitación obligatoria, la falta de agua, el drama de hallarse sin trabajo, el uso de ropas desgastadas!
1. Si bien la Iglesia Católica es neutral respecto de la forma de los regímenes políticos como lo afirmó el Papa Pío XII: «la Iglesia católica, no estando bajo ningún respecto ligada a una forma de gobierno más que a otra, con tal que queden a salvo los derechos de Dios y de la conciencia cristiana, no encuentra dificultad en avenirse con las diversas instituciones políticas, sean monárquicas o republicanas, aristocráticas o democráticas» (Encíclica Dilectissima Nobis), en cambio no es neutral en cuanto a las ideologías políticas, claramente expresada en las grandes encíclicas Quod apostolici muneris (Contra el socialismo laicista); Libertas præstantissimum (Contra el liberalismo); Mit brennender sorge (Contra el nazismo); Divini Redemptoris (Contra el comunismo).
2. Una auténtica democracia no es el resultado de un respeto formal de las reglas, sino que es el fruto de la aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos; la dignidad de toda persona humana, el respeto de los derechos del hombre, la asunción del «bien común» como fin y criterio regulador de la vida política. Si no existe un consenso general sobre estos valores, se pierde el significado de la democracia y se compromete su estabilidad (cf. Compendio de Doctrina Social, N° 407).
La democracia sólo alcanzará su plena realización cuando cada persona y cada pueblo pueda acceder a los bienes primarios: vida, comida, agua, salud, educación, trabajo, certeza de los derechos, a través de un ordenamiento de las relaciones internas e internacionales que asegure a cada uno la posibilidad de participar de ellos. Y sólo podrá haber auténtica justicia social en una perspectiva de solidaridad genuina, que comprometa a vivir y a trabajar siempre los unos por los otros, y nunca los unos contra o en perjuicio de los otros. El gran desafío de los cristianos laicos en el actual contexto mundial consiste en hacer que todo esto se convierta en una realidad concreta (Benedicto XVI, 19-05-2006.
Benedicto XVI ha advertido con frecuencia que una democracia sin valores cae en el relativismo, y que éste conduce rectamente al totalitarismo, «una especie de dictadura del relativismo (5-VIII2009), dicho en otras palabras: «cuando la ley natural y la responsabilidad que ésta implica se niegan, se abre dramáticamente el camino al relativismo ético en el plano individual y al totalitarismo del Estado en el plano político» (16-VI-2010).
3. La causa final de la sociedad es el bien común. Como tal el bien común es aquello que moviliza y unifica a la sociedad civil; es aquello que podría llamarse «proyecto histórico concreto» -en lo que éste tiene de esencialmente moral- con arreglo al dinamismo propio de la causa final. Toda actividad del Estado, está sometida consecuentemente a la realización permanente del bien común. Sin embargo, el bien común público actúa como una limitación para el Estado. Porque si el Estado debe alcanzar el fin de bien común, tiene objetivamente en él una limitación derivada de su propia naturaleza, carácter limitativo que se desglosa en tres principios:
El Estado debe hacer todo lo que conduce al bien común.
El Estado no debe hacer lo que daña al bien común.
El Estado debe abstenerse de actuar cuando el bien común no está comprometido.
4. Hay una persistente crisis de ética pública, existe una gran corrupción, lo sabemos. Así lo afirmaron los obispos de Bolivia el 10 de mayo de 1991, denunciando la compra de conciencias mediante dinero, para encubrir ciertos delitos como el narcotráfico.
También en 2014 el entonces presidente de los obispos bolivianos Monseñor Oscar Aparicio afirmó: «No podemos callar ante los casos de corrupción y extorsión que nos dejan perplejos y que se van destapando de forma progresiva», asimismo en su Carta Pastoral sobre Narcotráfico y Drogadicción denuncian los obispos: «La corrupción ha minado la credibilidad de autoridades encargadas de la lucha contra el narcotráfico».
Pero ha sido la Carta Pastoral del episcopado boliviano de 2011, la que hizo una radiografía del país señalando los avances y las ambigüedades, en ella, alabaron la «justa visibilidad» de los pueblos indígenas y los sectores sociales marginados, subrayando que no «pueden considerarse legítimas sólo las aspiraciones de aquellos que comparten la ideología dominante, sin tomar en cuenta otras que podrían complementarla, enriquecerla». Pidieron los obispos una exclusión sin exclusiones y alertaron de una pobreza persistente.
Cada ciudadano quizá no pueda mucho en el orden a la erradicación de la corrupción, pero a veces la denuncia que ha partido de un civil sin importancia ha dado con el ovillo de toda una red de corrupción. Por lo que cada uno debe darse cuenta, de que todo aquello de lo que se entera y que sabe que no concuerda con la ética ha de ser denunciado con valentía.
Pero son sobre todos los empleados de la gran cadena de actividades públicas los que deben despertar el sentido de su dignidad y su responsabilidad, ya que frecuentemente tienen que ser testigos de irregularidades observables desde su asiento, de coimas injustificadas, de permisos fuera de orden, de detenciones y denuncias falsas para cubrirse bien sus pecadoras espaldas. No, no tiene buena fama Bolivia y quizás ni la ha merecido, por su malicia y su silencio.