Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: martes 19 de noviembre de 2019
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Renuncias
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Identifico mínimamente tres caminos para responder a la interrogante:
uno legal, otro social y un tercero político. Además, como telón de
fondo, una medida de gestión: el gobierno transitorio no puede
distraerse de su misión principal, que es organizar unas elecciones
transparentes con la mayor celeridad posible. La demora alimenta la
indefinición y el conflicto, mientras que la premura contribuirá a
resolverlos.
El camino legal pasa por un acuerdo político -urgente- en el poder legislativo, que debe resolver la elección del nuevo órgano legislativo y la convocatoria a elecciones, acudiendo a una ley corta que admita su realización en el plazo breve más recomendable. No olvidemos que estamos todavía embarcados en una coyuntura crítica cuya resolución depende de la calidad del nuevo proceso electoral.
El camino social tiene dos requisitos. El primero, la reconciliación nacional, con la energía de las calles que han convertido en leyenda la democracia plena. Por eso el otro requisito es la transparencia, es decir la garantía de actuaciones estrictamente apegados a la ley y de cara a la ciudadanía. No podemos olvidar que nuestras esperanzas han sido cercenadas por un fraude escandaloso.
El camino político tiene su primera expresión en una convocatoria amplia, sin restricciones de ningún frente político. La otra expresión, es asumir el proceso electoral como una oportunidad para el conocimiento, diálogo y debate sobre propuestas de país. No podemos someternos a nuevas expresiones de un marketing electoral que manipula emociones, cuando necesitamos sentipensar nuestro futuro. La coyuntura crítica que todavía estamos viviendo, es una oportunidad para incorporar, o profundizar, o aclarar, temas puestos en agenda por los intensos acontecimientos vividos en un país que se ha polarizado en grado extremo. Tenemos que sincerarnos.
Uno de los temas, que desnudó el ecocidio de la Chiquitanía, es la necesidad de repensar el modelo de desarrollo. ¿Vamos a seguir empeñados en la fórmula extractivista, o damos el salto a la transformación con diversificación productiva?; ¿vamos a insistir en el valor estratégico que se pretende otorgar a los agrocombustibles, lo que conlleva políticas de expansión de la frontera agrícola, a costa de nuestros bosques, nuestro hábitat, nuestra identidad, nuestra biodiversidad y, en suma, nuestra vida?
Otro tema puesto con vehemencia en el tapete del sinceramiento nacional, es el del racismo. Debemos resolver las causas, expresiones y efectos del retorno suicida a prácticas coloniales que quisieran legitimar falsas superioridades. Llevados por la lógica retrógrada de la agresión, al negar al otro, nos estamos negando, todos, la posibilidad de construirnos un mundo compartido. Y para salir del odio necesitamos recuperarnos la capacidad de valorar la pluralidad.
También la coyuntura crítica nos ha recordado la necesidad de resolver derechos pendientes como los relacionados con el mundo del trabajo; y otros como la seguridad ciudadana y la violencia. También en la agenda se han colocado nuevas demandas que están flotando en el mar de la indefinición, como la prevención y sanción de los feminicidios, o la legalidad de las opciones sexuales diferentes.
El conglomerado temático que nos ha destapado la coyuntura crítica es tan profundo, que nos llevará a debatir y diseñar la institucionalidad de nuestra democracia y la participación ciudadanía, en particular el protagonismo de las juventudes. También tendremos que poner al día los alcances y límites de las relaciones internacionales. El nuevo proceso electoral es una oportunidad para sincerarnos.