Medio: El País
Fecha de la publicación: martes 12 de noviembre de 2019
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Renuncias
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El presidente del Gobierno sudamericano más poderoso de este siglo y probablemente de los anteriores, anunció su salida del país rumbo a México luego de un lunes de alta tensión que solo aflojó cuando el jefe del Estado Mayor, Williams Kaliman, anunció a las 20.10 de la noche que las tropas saldrían a la calle para resguardar la seguridad de la población, particularmente en la ciudad de La Paz, y reiterar al mismo tiempo que no dispararían contra los bolivianos.
Hasta entonces había corrido el pánico, sobre todo con el súperviral de 8.000 jóvenes en la avenida de El Alto que bajaban trotando al grito de “ahora sí, guerra civil” hacia La Paz. En Cochabamba ya se habían generado disturbios y la noche anterior había sido literalmente de terror. La Policía, esa que desencadenó todo con el motín del pasado viernes, se declaró sin fuerzas para contener lo que se venía alentado a golpe de tuit.
Williams Kaliman midió con detalle sus palabras. Habló de operaciones conjuntas con la Policía. Habló de la Constitución Política del Estado. Habló de no disparar contra su pueblo. Habló de actos vandálicos. En esas últimas palabras se marcó la clara ruptura con el presidente renunciado, Evo Morales, que en su cuenta de twitter, convertida en referente informativo como nunca antes: “Para un presidente indígena que representa al pueblo humilde, la Policía se amotina y da golpe mientras las FFAA piden su renuncia. Para políticos neoliberales que ostentan poder económico, Policía y FFAA reprimen al pueblo que defiende la democracia con justicia, paz e igualdad”.
Es cierto que antes había pedido cesar la violencia de una forma algo más clara que en las últimas semanas, pero ya era tarde. Oficialmente se había conocido a través de la cancillería mexicana el ofrecimiento de asilo y la posterior aceptación a través de llamada telefónica. Era cuestión de tiempo que llegara el avión a recoger a Morales a su reducto en Chimoré, el aeropuerto internacional en el corazón del Chapare tantas veces cuestionado.
Es verdad también que la pelea en las redes y medios internacionales por posicionar el “golpe de Estado” había estado dura, pero que carecía de sustento si los militares se quedaban en sus cuarteles. Habrá que esperar al parte oficial de otra noche de terror que se registraba en la sede de Gobierno y en Cochabamba para acabar de identificar el alcance que pueda tener y los siguientes pasos. Al cierre de esta edición no había un “baño de sangre” como algunos parecían desear.