Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 13 de diciembre de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Hoy el centro no es el justo medio. Hoy el centro es la brújula. Esa tan escasa cualidad de ver en la crisis de hoy la revelación de mañana. Y la estrategia necesaria para alcanzarla mientras los polos pelean por la propiedad del pasado confundiéndolo con la historia.
Una penúltima reflexión antes de pasar a los hechos. La huida de Evo Morales fue resultado inevitable de un error estratégico que podría llamarse el error de Narciso. Nada en la humanidad política se reproduce sin la diferencia. El enamoramiento, para ser fecundo, es siempre enamoramiento del otro. Pero como Evo Morales estaba enamorado de sí mismo, sólo supo huir cuando su espejo, roto por la rebelión popular, ya no reflejó su museo. Es un psicótico que perdió contacto con la realidad encerrado en su delirio.
Mientras tanto, durante estos 14 años se gestaba un nuevo sujeto político. Pausadamente. Su primer paso sucedió recibiendo las VIII y IX marchas indígenas por la defensa del territorio, la vida y los derechos de los pueblos. Ese sujeto, la clase media, fue apenas testigo del divorcio entre el MAS y los indígenas de tierras bajas, pero fue ya un testigo parcializado con la víctima del abuso.
El segundo paso, en cambio, no fue testimonial sino activo. En febrero de 2016 Bolivia dijo No; esa primera victoria electoral anunció la que iba a ser una primera victoria política. Porque, finalmente, con la acumulación de seis “cabildos” rememorando el referéndum, durante 2017 y 2018, las clases medias se levantaron contra el fraude de esta elección nacional, durante un mes en la rebelión de las pititas, defendiendo su derecho político básico y, al mismo tiempo, constituyéndose en sujeto democrático. Fue la primera victoria política de la democracia contra el autoritarismo. Pero, todavía, una victoria insuficiente.
La revuelta de las clases medias -en plural porque son varias y diversas- ha revelado las entrañas del autoritarismo. Con la máscara del consumo, el MAS había maquillado las desigualdades: la pobreza medida por ingreso y esperanza de vida disminuyó, pero la pobreza comprendida como igualdad de oportunidades, como IDH ajustado por desigualdad, se ha incrementado.
Bolivia ha perdido 24,2% de avance en desarrollo humano y hemos descendido a 0.533 en el último informe del PNUD (el año 2000 nuestro IDH alcanzaba 0.616). Vivimos más tiempo y tenemos más plata, pero somos más desiguales en la capacidad de diseñar nuestro futuro familiar. La rebelión de las clases medias, por tanto, ha sacado nuevamente a la luz las desigualdades de base étnica, regional y de género. La primera gritó: ahora sí, guerra civil (por supuesto que el MAS preparó el narcoterrorismo, pero lo hizo sobre una tierra fértil en resentimiento, en El Alto, que no pudo expandirse al país). La segunda vio su oportunidad de añadir liderazgo político al liderazgo económico (por supuesto que el Comité Cívico cruceño organizó un paro extraordinario, pero lo hizo deseando poder político sin haber diseñado otro país).
La tercera desigualdad, la de género, denunció el dramático incremento de feminicidios, explicando así el resentimiento patriarcal con su protagonismo (pero no hacían más que enterrar a las asesinadas). La revuelta, entonces, ha sido posible porque ha revelado la estafa autoritaria. Pero, todavía, no ha diseñado un nuevo país.
El nuevo sujeto político ha sembrado su identidad con su primera victoria. Toca, ahora, lo sustantivo: diseñar la democracia. Hacerlo como horizonte de todos, no como negociación con el enemigo derrotado. Si se negocia con el enemigo se persiste en la guerra. Si se inaugura un horizonte, se asumen los desafíos de mañana. Que no haya consensos gentiles, que haya conflicto, debate, diferencias de fondo. Que el horizonte nazca de liberar la imaginación. ¿Ir hacia un neotribalismo o construir un país ecologista? ¿Construirnos federales o rediseñarnos en regiones? ¿Alcanzar la equidad de género o feminizar el poder? ¿Ganar las elecciones y/o construir el centro?
El centro, el centro necesario, no es la negociación, no es el mínimo común denominador. El centro es la pasión de las diferencias. Vivir debatiendo y pactando, y eligiendo con el hermano. El centro democrático es la querella de la brújula. No la querella del excedente.