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Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 15 de noviembre de 2019
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Problemas de gobernabilidad
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Contenido
Mientras la capital oriental retoma su
vida, en Yapacaní y Montero se han registrado fuertes enfrentamientos
que dejaron como saldo varios heridos y dos muertos. La violencia crece
y los intentos de pacificar la región el Norte Integrado son
inútiles. Tres días después de las elecciones
nacionales, Santa Cruz de la Sierra inició un contundente paro cívico
con bloqueos en toda la ciudad. En las esquinas, rotondas y radiales,
familias enteras mantuvieron puntos de bloqueo en protesta por la
sospecha del fraude electoral.
La medida fue acatada por transportistas, empresas, colegios y demás servicios y la urbe sostuvo 21 días de inactividad. En algunos casos como en los mercados la medida se realizó de forma parcial.
La consigna compartida y reiterada para cumplir la protesta fue la de “resistir por un reclamo justo”. Miles de cruceños se repitieron con aliento que “ya van 10 días, 13, 17, 19” o que “todo esto valdrá la pena al final”.
Así pasaron 21 días, se cambió a un presidente y se metió la Biblia al palacio. Con esto, mucha gente en las calles festejó con algarabía y cohetes a la nueva presidenta y levantó sus sillas de las esquinas. La medida había concluido y había valido la lucha.
Ahora era tiempo de ingresar a las casas y retomar las rutinas escolares y laborales. Desde el miércoles, las empresas se pusieron en marcha, se reanudó el tráfico vehicular, los hospitales tuvieron gran afluencia de pacientes y el comercio reactivó su servicio a la totalidad.
De las calles desaparecieron los puntos de bloqueos y el ritmo de la vida se normalizó. El legislativo departamental instaló sus sesiones para ponerse manos a la obra, porque ahora es necesario trabajar.
