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Medio: La Razón
Fecha de la publicación: viernes 13 de abril de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Un déficit que arrastraron sin excepción todos los partidos políticos del viejo sistema es que nunca lograron ser mayoría electoral, lo que les llevó a desarrollar en la “práctica” la “cultura de acuerdos” de minorías electorales para constituirse en mayorías parlamentarias. El eje de articulación giró en un trípode (MNR, ADN y el MIR) sin hegemonía, solo con mayorías; lo que les permitía tener el timón de la negociación ejecutiva. Lo multipartidario derivaba de la lógica democrática representativa; es decir, el pueblo votaba pero no elegía, delegaba su facultad soberana de la elección de las principales autoridades ejecutivas al Parlamento (si no obtenían la mayoría absoluta de votos). Esta práctica estuvo constitucionalizada; es decir, la reproducción del poder político fue concebida en función de las limitantes políticas de los partidos políticos.
La gobernabilidad o ingobernabilidad descansaba en el Parlamento. Un claro momento de ingobernabilidad se dio entre 1982 y 1985. En aquel periodo la UDP, con el Dr. Hernán Siles Zuazo a la cabeza, obtuvo la primera mayoría relativa en las elecciones de 1980, pero tenía minoría parlamentaria. Las cámaras de Diputados y Senadores estaban presididas por la derecha política; es decir, por la oposición. Y la ingobernabilidad derivó en la desestabilización del Gobierno (sin hacer una valoración política del Ejecutivo y la situación económica). Aquí el Parlamento jugó a su opción política de partido, inviabilizó al Gobierno y forzó, junto con la Iglesia Católica y la complicidad sindical, a acortar el mandato constitucional y adelantar las elecciones nacionales.
Un segundo momento de ingobernabilidad se dio durante la primera gestión de gobierno del MAS-IPSP. Evo obtuvo la mayoría absoluta, pero la oposición era mayoría en la Cámara de Senadores. Y desde el Senado desarrolló una estrategia de la desestabilización, primero impidiendo la aprobación de leyes; segundo, impulsando el referéndum revocatoria-ratificatorio; y tercero, impidiendo la aprobación de la ley de convocatoria al referéndum constitucional para aprobar la nueva Constitución Política del Estado, elaborada por la Asamblea Constituyente.
Estos dos ejemplos muestran cómo minorías electorales se constituyen, al aliarse, en mayorías parlamentarias y atacan a la principal autoridad política que recibió el apoyo del pueblo, generando inestabilidad política. Pero estos partidos políticos tuvieron, casi con los mismos actores, un rol diferente cuando sus intereses estaban representados en el Ejecutivo, impulsando y defendiendo la gobernabilidad.
Hoy nuestra Constitución dio un salto cualitativo, el pueblo ya no solo vota, sino que además elige; se le quitó al Parlamento la facultad de elegir al presidente y vicepresidente del Estado Plurinacional. Si los candidatos no logran obtener la mayoría absoluta de votos, se desarrolla una segunda vuelta; el pueblo decide al titular del Ejecutivo, pero la gobernabilidad sigue descansando en el Parlamento, hoy Asamblea Legislativa Plurinacional. La reproducción del poder político hoy no puede ser concebida a partir de minorías electorales, sino de liderazgos políticos de gobierno o Estado con estructuras nacionales. Sin duda es parte de la construcción política democrática de la democracia como institucionalidad estatal.
Hoy el sistema político de partidos tiene una sola certeza, es la vigencia y presencia estable del MAS-IPSP; los otros “partidos”, que se asemejan a clubes de amigos electorales, aparecen solo en los tiempos electorales y tardan más en hacer alianzas electorales que en lograr institucionalidad partidaria de oposición.
El sistema en sí mismo es un resultado fáctico que depende de quienes están presentes en el drama político de primera línea. Lamentablemente asistimos a la inconsistencia constante de la oposición como institucionalidad y su accionar no depende de sus estructuras políticas, sino de tres factores: de imágenes y gestiones públicas subgubernativas (gobernaciones y alcaldías), de opiniones políticas mediáticas y de los opinadores políticos constantes. Es el déficit del sistema, no por culpa del MAS-IPSP, sino de la realidad dramática de los opositores circunstanciales al Gobierno.