Mi sentido común me dice que en las elecciones para el referéndum no hubo fraude y por eso perdió el MAS. A partir de ello y conociendo la madurez política de los líderes de los partidos, me atrevo a enunciar la siguiente hipótesis: si aquel partido no hubiera sido derrotado, esto que estamos viviendo hoy, ya lo hubiéramos vivido en 2016. Porque la idea de fraude fue y es una de las movidas siempre presentes en oposiciones políticas.
Los entendidos en política saben que hay que estar atentos a las jugadas del oponente y, si es posible, hay que anticiparlas. Recurriendo nuevamente al sentido común y a la experiencia reciente, formulamos otra hipótesis: las personas entendidas en política en Bolivia no abundan y parece que ninguna está en los partidos de oposición. Digo esto, porque la siguiente movida en esta disputa, mientras los no-oficialistas disfrutaban de su transitoria victoria, aquella que posibilitó el “continuum” al que ahora se opone la nueva megacoalición, significó un jaque por parte de los azules, todavía no un jaque mate.
¿Cuál fue la reacción política a esta circunstancia? Es decir ¿Cuál fue la jugada para salir del jaque? Ninguna. Los líderes de oposición priorizaron sus angurrias y, así como no han producido un proyecto de país, en el mejor estilo de una oposición no pensante, dejaron que el río siga su cauce, tenían la estrategia preparada, la más fácil: “fraude”, organizada y dirigida desde afuera. Sin embargo, y mientras no se demuestre lo contrario seriamente, podemos decir que en este momento, se ha logrado mantener un voto duro de más o menos 40% de votantes, que se viene expresando desde 2005.
En este contexto, la nueva megacoalición, para impedir el jaque mate, ha decidido por el enfrentamiento. Es decir, la estatura política de los líderes les ha permitido desligarse de su responsabilidad de dirimir esto con argumentos y estrategias políticas y, su miopía política, ha conducido a las calles a su base social para que ella sea la que defina, enfrentando a la base social de su oponente. Cuando el poder se fetichiza y solo hay angurria, los muertos los ponen las bases, nunca las élites.
Ahora, luego de las primeras muertes, es importante que se bajen los tonos. El verdadero líder orienta el proyecto político de su base, siempre hacia la reproducción de la vida, nunca hacia la muerte. “Revolución democrática” sin salida pacífica no es tal. Por suerte ya hubo señales de giro de timón. Esperemos de una vez que se bajen los tonos en los siguientes días y no se vuelvan a cruzar ríos de sangre.