De fuentes que  merecen entera fe, se ha difundido la versión de que el pasado 20 hasta los muertos habían votado; la visita adelantada  ha debido ser – lo suponemos - por solidaridad. Si al TSE no le faltara lucidez, como habitualmente sucede, hubiera podido modificar la fecha para que  coincida con Todo Santos, de esa manera  hubiera tenido más  votantes. Como las almas son invisibles,  no había ni el riesgo de que las  descubran.

Entre la duda y la fe, es antigua la controversia. Unos creen  que conforme a  la tradición  las almas siempre nos visitan  en Todos Santos. En cambio otros, si no son rematadamente ateos, son discípulos de Descartes, para quien, como  se sabe, la duda es el único testimonio de la verdad. El filósofo decía: “Dudo, luego existo; sólo de una cosa no puedo dudar, y es de que dudo”. Pero las almas que eventualmente  regresan, no necesitan que nadie los vea para creer.

“Se meten nomas”, como el jefazo que no está entre  los muertos sino más bien entre los vivos, que  a veces hasta  son vivísimos.

El olvido se parece a la muerte. Un grupo escritores de la llamada “Generación del 98”, en España, fueron   en romería  hasta la tumba del escritor  Mariano José de Larra. En el pórtico del cementerio leyeron  una sugestiva inscripción que  decía: “Templo de  verdad es el que miras; no desoigas la voz con que te advierte, que todo es mentira,  menos la muerte”. De donde se puede colegir que la única realidad posible, en este valle de lágrimas, es la soledad infinita del sepulcro.

Pero nadie muere totalmente. Siempre queda algo, y ese algo es una transformación de aquello que  antes era. Serán diferentes, pero hay cierta continuidad. Y depende de cada quien dónde desea que esté el difunto. Muchos suponen que apartándose de la  materialidad física se fue a la mansión del Señor; otros creen que se reintegró a la tierra de donde salió. Pero sigue  el  misterio  de la  vida y la muerte. La
ciencia  está muy lejos de penetrar en esos oscuros arcanos de la existencia.

¿Cómo será eso de doblar la esquina para siempre? Nadie  ha retornado; a la muerte sólo sigue el gran silencio. No se sabe si el muerto todavía ve y oye el llanto de sus seres queridos, incluso se puede
suponer que sin los restos  que se lleva  al cementerio, la vida continúa  en otra dimensión; como espíritu invisible, pero presente entre los que aún viven.

Como se verá, hay pues dos posiciones. Para los que creen en Dios no es sino una partida  adelantada y que con el tiempo será posible el reencuentro; la muerte provoca el desdoblamiento de dos cosas: el
cuerpo inerte que se entierran, y el espíritu que asciende al cielo.

De llorar, también se llora, pero cuando menos hay el consuelo de la esperanza.

La otra hipótesis  plantea  la transformación  de la materia después de la muerte. Sostiene  que el cuerpo  ya sin espíritu visible, se reintegra a la tierra, de donde se cree que provino. Se descompone el cuerpo y se convierte en elemento nutriente de la tierra, para que  de allí brote una nueva planta;  acaso sea  una flor como  era nuestra amada. El poeta persa, Omar  Khayyam, recomienda: “Pisa la tierra con precaución   porque ese pequeño terrón que vas a aplastar fue tal vez el ojo rasgado de una adolescente”