Destrozos en propiedades, heridos de gravedad, perjuicios económicos y temor en la población son algunas consecuencias de los enfrentamientos que se han desatado en las principales ciudades capitales del país.
Esta espiral de violencia debe parar ahora. Los líderes de los grupos enfrentados deben tomar la palabra, buscar el diálogo, dejar de lado las posiciones intransigentes y buscar la pacificación del país, porque la mayoría de los bolivianos quiere vivir en armonía y sin sobresaltos.
Las imágenes de turbas golpeando a personas que circulan por la calle y quemando motocicletas, sin motivo alguno, es una muestra patente de que la violencia se ha desbordado, y si no se reacciona de inmediato, controlarla será muy difícil.
Los líderes de los grupos enfrentados tendrán que olvidarse de sus intereses personales y dialogar teniendo en cuenta cuál es la mejor salida para el país. Deberán, en primer lugar, llamar a sus seguidores a deponer las actitudes violentas y esperar los resultados de las conversaciones.
Los resultados de los comicios electorales del pasado domingo 20 de octubre provocaron movilizaciones con bloqueos, que derivaron en violencia de unos contra otros, olvidando que vivimos en un mismo país y que deberíamos trabajar en colaboración.
Los representantes de los grupos enfrentados tienen que estar conscientes de que la salida no pasa por la violencia, la única alternativa es el diálogo, hasta alcanzar una solución para pacificar el país.
Es más, los dirigentes y autoridades deben ser muy prudentes cuando hacen declaraciones, porque lamentablemente utilizan insultos y acusaciones que solo logran caldear más los ánimos de la población.
Lo más prudente será esperar los resultados de la anunciada auditoría a las actas de los resultados, como lo anunció el Gobierno, que sería vinculante y realizada por la Organización de Estados Americanos.
Otra propuesta es una segunda vuelta electoral, la cual deberá ser analizada por el Gobierno, a la que se suma la anulación de las elecciones. El fin es la pacificación del país.
El Gobierno actual tiene, en esta coyuntura, una altísima responsabilidad, buscar que se recupere la tranquilidad en las calles de las ciudades. Nadie quiere que la violencia cobre la vida de algún boliviano.
Los enfrentamientos que se suscitaron en otras oportunidades, con muertos de por medio, deberían servirnos como tristes recordatorios de que la violencia nunca trae nada bueno, solo dolor y luto en algunos hogares.
Una semana de violencia en las calles, hombres y mujeres golpeándose sin misericordia ha llegado a extremos. Lo importante es que estamos a tiempo para que, insistimos, el diálogo se imponga y se logré una solución que beneficie a la mayoría.
Lo que se necesita con urgencia es que las personas enfrentadas reflexionen y se den cuenta de que no se puede seguir dañando al que consideran rival, porque detrás de cada víctima de la violencia hay una familia.
Sería utópico proponer que todos piensen igual, pero es posible llegar a acuerdos, pese a las diferencias, lograr que no haya vencedores ni vencidos.
Lo urgente es pacificar el país. Lo que se espera ahora es que las autoridades y dirigentes actúen con madurez, se convoque al diálogo y se converse sin tregua hasta alcanzar resultados positivos, lo más pronto posible.