El Tribunal Supremo Electoral ha hecho conocer de manera oficial los resultados de las elecciones generales. Con este informe, el Movimiento Al Socialismo ha sido declarado vencedor sobre su inmediato perseguidor con un porcentaje que evita una segunda vuelta entre las agrupaciones políticas más votadas. Con el fantasma del fraude revoloteando en torno a este dictamen, las fuerzas opositoras al régimen y la población que esperaba otro resultado, se han unido al paro cívico convocado clamando respeto al voto, no al fraude y segunda vuelta para preservar la democracia. Todo ello, en el marco de un ambiente de tensión, que ha concitado amplia expectativa internacional y ha condicionado el flujo de manifestaciones de apoyo o crítica

En ese contexto, la auditoría electoral solicitada por el Gobierno a la Organización de Estados Americanos ha resultado un elemento que se espera pueda aplicarse con la mayor celeridad. Existen coincidencias sobre el riesgo de una posición expectante de la OEA, dejando correr el tiempo, que no parece ser saludable para abrir las compuertas a las posibles soluciones del conflicto. Mientras tanto, un compás de espera se ha desplegado. En el escenario internacional ciudadanos bolivianos residentes han expresado su sentir sobre las elecciones y las denuncias de fraude. Varios países vecinos y de otras latitudes han manifestado sus críticas y desconfianza respecto de los polémicos resultados de las elecciones, mientras en el país pervive un paro cívico

Conviene señalar que la población que participa de las protestas se mantiene expectante sobre el decurso del conflicto, pese a los esporádicos enfrentamientos entre facciones rivales. Hasta el momento el abastecimiento de alimentos, combustible y otros servicios indispensables, como la atención de emergencia en los hospitales se ha mantenido dentro de un marco de tolerancia pero con dificultades. Sin embargo, un largo compás de espera puede agudizar el conflicto. La experiencia de las confrontaciones electorales en Venezuela debería impulsar una posición clara y concreta de la OEA respecto de las elecciones bolivianas. Una auditoría con todas las de la ley se hace necesaria, pero con la celeridad y transparencia que la coyuntura histórica lo requiere.

Resulta importante mencionar que la presión internacional para la pronta resolución del conflicto se está haciendo sentir en diferente grado, pero sin duda se perfila una tendencia a un ritmo “in crescendo” que puede influir sobre los actuales escenarios políticos. En este contexto, el Gobierno aparenta seguridad y convicción por su triunfo, mientras -por ejemplo- los gobiernos de Argentina o Brasil han expresado su contrariedad ante las denuncias no aclaradas de fraude electoral. El primer mandatario de Brasil, Bolsonaro, se ha expresado todavía en términos de mayor dureza, coincidente, sin duda, de su posición ideológica, pero que sin embargo comparten otros gobiernos, a los cuales debería atender pronto la Organización de los Estados Americanos.

Conviene señalar la trascendencia de evitar enfrentamientos fratricidas entre bolivianos. No solo porque el Gobierno ha señalado que existen aprestos golpistas frente a los cuales se supone reaccionará con dureza, sino porque Bolivia no se merece el derramamiento inútil de la sangre de sus hijos. Resulta sensato advertir que si se mantienen posturas extremas,  también se predispone al clima de violencia. Los líderes políticos están en la obligación de buscar la pacificación del país, ante una población que anhela la solución que le permita retornar a la normalidad de sus actividades. Por ello, se espera que todo transcurra con la mayor celeridad y que el conflicto concluya de una manera pacífica y en los términos que mejor convengan al país, como debe ser.

Existen coincidencias sobre el riesgo de una posición expectante de la OEA, dejando correr el tiempo, que no parece ser saludable para abrir las compuertas a las posibles soluciones del conflicto.