Es difícil saber quién es el timonel del barco llamado Bolivia.
El presidente que, escuchando la voz de un grueso sector de la población, transforma su discurso y se abre a una segunda vuelta en caso de demostrarse que hubo fraude o el máximo dirigente de los cocaleros del trópico de Cochabamba, que se hace eco de las resoluciones sindicales de ese sector y dice que habrá cerco a las ciudades para impedir el ingreso de alimentos.
Ayer por la mañana, el presidente usó su cuenta en Twitter y escribió: “Hemos escuchado las posiciones de las cancillerías de Colombia, Argentina, Brasil y EEUU.
Invito a estos y a otros países a participar de la auditoría que hemos propuesto. Que se revisen todas las actas. Si a la conclusión del proceso se comprueba el fraude, vamos a la segunda vuelta”.
Pero, en la tarde transformó sus palabras, desapareció el tono conciliador. En un acto realizado en Cochabamba dijo: “A las ciudades, dejen de perjudicar con paros. Si quieren paro, no hay problema, los vamos a acompañar con cerco a las ciudades, para hacernos respetar.
A ver si aguantan”. El tono sereno del mandatario parece haber cambiado durante el ampliado extraordinario de los cocaleros, celebrado en Chapare.
La amenaza de cerco a las ciudades fue una de las conclusiones de esa reunión, que terminó con un saludo de cumpleaños a Evo Morales. Después de esto, el presidente ya no habla de segunda vuelta, sus palabras no son de quien es timonel del barco llamado Bolivia, sino de quien está en confrontación con quienes piden respeto al voto y rechazan un posible fraude.
El presidente tiene responsabilidades constitucionales, pero sobre todo morales. El artículo 172, inciso 2 de la Carta Magna, señala que una de sus atribuciones es mantener y preservar la unidad e todos los bolivianos. Y lo que se escucha de él es un discurso que confronta a las ciudades con el campo, que habla de racismo.
No solo él. En las pantallas de Bolivia Tv y en las radios del Estado se hace “periodismo funcional” al interés electoral del presidente, no se informa sobre Bolivia con todas sus voces, incluyendo las voces opositoras, las voces que cuestionan.
El presidente advirtió con un cerco a las ciudades y hay federaciones de campesinos que se están organizando para ese efecto. Obviamente, esa amenaza genera zozobra en la población.
Ayer en Santa Cruz hubo una respuesta solidaria, permitiendo el ingreso de vehículos con alimentos para abastecer los mercados; no es bueno que se llame a la confrontación.
Hay un paro nacional que pide respeto al voto y hay un pedido oficial de auditoría a las elecciones. Por su parte el Conade demanda que se anulen los comicios por la suma de denuncias de fraude que existen. Las denuncias de manipulación informática de las actas electorales, de muertos que votaron, de emigrantes que supuestamente sufragaron en Bolivia van en ascenso y no hay explicación.
Debe haber una denuncia formal, tanto dentro como fuera del país, de manera que se sustente la imperativa necesidad de respuesta a millones de bolivianos que están en las calles defendiendo su verdadera voluntad en el voto.
El presidente debería dejar de usar el atuendo de candidato y asumir el rol de presidente de los bolivianos, de todos los bolivianos. Su principal misión es mantener la paz en el país y preservar la unidad.
La oposición debe contribuir a la búsqueda de una salida a este túnel oscuro. Varios expertos creen que la opción es política y pasa por un acuerdo. Hay que pensar en Bolivia primero.