Medio: El Día
Fecha de la publicación: martes 03 de abril de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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La periodista y escritora argentina, Luisa Corradini, residente en París, pone en contexto lo que está ocurriendo y llega a la conclusión de que Europa, otrora el continente que irradiaba los avances más significativos en materia política, hoy anida los fenómenos más amenazantes de la democracia global, traducidos en el florecimiento del fascismo, la ultraderecha, el antisemitismo y el populismo.
En un reciente artículo publicado en el diario La Nación, de Buenos Aires, afirma que la democracia enfrenta el desafío más importante desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Tal como sucedió con el nazismo, la ultraderecha francesa y el fascismo en Austria están ganando terreno electoral y en el segundo caso, el radical Norert Hofer estuvo a punto de ganar las presidenciales. En realidad, Corradini cree que el fascino ha llegado a Estados Unidos a través de Europa, donde los partidos antisistema proliferan y se fortifican en todos los países, sin disimular su verdadera identidad y a través de un claro lenguaje de hostilidad hacia valores democráticos que se creían conquistados.
La autora considera que por más que se pretenda adornar este nuevo fascismo, siempre será sinónimo de abuso político; sus raíces siguen siendo las mismas y pese a los matices que muestran entre un país y otro, comparten una violenta oposición a la democracia y la libertad. Junto con el populismo latinoamericano, pretenden expresar procesos revolucionarios que reemplacen la democracia liberal, con un orden distinto, destinado a alimentar una nación unificada y purificada, bajo la dirección de un guía poderoso que cautiva a las masas con su discurso encendido y ultranacionalista.
Cree que el florecimiento de los extremismos que se produjo en el periodo entreguerras en Europa, cuenta en estos días con la misma complicidad de las élites democráticas y de las instituciones que han fracasado al momento de hacer frente a la crisis de sus sociedades, que en el caso actual se hace patente a través de los colapsos económicos, las olas migratorias y el conflicto de los refugiados. Finalmente, advierte que si la democracia no resuelve de manera urgente los desequilibrios de la globalización financiera, el sistema representativo y otros problemas que manifiestan los antisistema, el mundo occidental podría correr riesgos como los que vivió en los años 40.
En América Latina, el proceso de deterioro de la democracia parecía haberse detenido, pero la crisis de Venezuela, las dificultades que atraviesa la restauración en Brasil y lo que ocurre en Bolivia, no ofrecen muchas esperanzas de avanzar en la consolidación del estado de derecho.