Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 29 de septiembre de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Las encuestas, que revelan que una proporción importante de los encuestados no están seguros de cómo votarán, ocasionan que los resultados electorales sean altamente impredecibles. Cada vez hay más pruebas de que las intenciones de voto hoy en día se definen sustancialmente más tarde que hace algunas décadas. Un segmento creciente del electorado ingresa a la campaña sin una firme intención de voto y permanece indeciso hasta la última semana antes de las elecciones o incluso hasta el mismo día del sufragio.Un gran número de estudios han intentado identificar los factores socioestructurales y de actitud que retrasan o precipitan la decisión del voto. Últimas investigaciones tienden a suponer que el aumento en el número de decisores tardíos es una consecuencia del voto desinteresado, del voto joven, o de la influencia de las redes sociales. Si bien todos estos factores son importantes, en el caso boliviano las causas principales son la erosión y el debilitamiento del sistema partidario.
Como consecuencia de este proceso de crisis de los partidos políticos y la consiguiente “desideologización”, los electores bolivianos menos comprometidos con un determinado partido político, vacilan y esperan hasta el último minuto para tomar su decisión final.
Este tipo de electores de “última hora” son fuertemente influenciados por “eventos de corto plazo” como la publicidad electoral, las evaluaciones de candidatos, los actos de campaña y las consideraciones estratégicas. Por ello sus comportamientos de votación son más inciertos, menos predecibles, más erráticos y más volátiles.
Encuestas preelectorales
Existen muchas variables que pueden influir en la precisión de una encuesta preelectoral, desde el diseño y la selección de la muestra, hasta el modo de recolección de datos. Sin embargo, las encuestas con un alto número de votantes indecisos producen resultados poco confiables; por este motivo, muchas han errado en los últimos años, es el caso del Brexit en Inglaterra, Trump en EEUU, hasta las últimas realizadas el pasado mes en Argentina.
Estos ejemplos demuestran la necesidad de una metodología en las encuestas que mejoren su exactitud, ya que dejar a los indecisos en la base de los porcentajes sin más información no sirve a la expectativa del público ni a las afirmaciones de las propias empresas encuestadores acerca de su precisión.
Los métodos más populares utilizados por las empresas encuestadoras para asignar las verdaderas intenciones a los votantes “indecisos” incluyen hacer preguntas “más flexibles” que sigan a la pregunta sobre el voto y en otros casos asignar el número de indecisos proporcionalmente a los diferentes candidatosLos indecisos
Los segmentos de indecisos se distribuyen de forma bastante similar en los diferentes sondeos y encuestas pre-electorales: las personas que expresan que no saben o no responden por cuál candidato van a votar, son un alto porcentaje; y si a éstos sumamos aquellos que expresan su voto en blanco, nulo o por ninguno, estamos bordeando el 20% de ciudadanos que no señalan en definitiva un candidato de preferencia.
Cruzando datos de las diferentes encuestas con grupos focales, tratamos de identificar, por un lado, el perfil del elector tardío y, por otro, los motivos y condicionantes que llevan al electorado a retrasar su decisión. Según esos datos, podemos adelantar que los indecisos en la elección del 20 de octubre tienden a tener mejor educación, tienden a tener un ingreso más alto, y pese a que son un grupo muy difícil de describir demográficamente, porque abarcan todos los segmentos de edad, tienen una gran coincidencia, están muy convencidos sobre la ilegalidad del binomio oficialista; vale decir la mayoría de este sector no apoya al Gobierno y votaría por candidatos de la oposición.
Si comparamos los indecisos en función de su posición en un hipotético eje izquierda-derecha, se percibe un claro incremento de indecisión en los espacios del centro más hacia la derecha.
Este tema de los indecisos y su rechazo al partido de Gobierno ya fue analizado por Greenberg y Rosner en el caso de las elecciones mexicanas: “Casi todas las encuestas electorales adjudican el sector de votantes indecisos proporcionalmente a todos los candidatos… este enfoque no toma en cuenta los problemas de todo partido que lleva muchos años en el poder… Nosotros hemos realizado encuestas en campañas por todo el mundo y, según nuestra experiencia, los partidos que llevan mucho tiempo en la presidencia, así como sus candidatos, no reciben ningún voto del segmento indeciso…”.
Es obvio que con tantos electores indecisos y con la posibilidad de que no resuelvan su voto hasta el último momento, ocasionan que las ofertas y discursos de campaña tengan una mayor trascendencia. Las decisiones pueden venir en función de criterios de utilidad en un escenario poselectoral futuro, es decir, pueden estar atentos a quien tiene las de ganar, bien para evitarlo o para asegurar su victoria; de la misma manera pueden actuar impidiendo que la división del voto favorezca a un tercero. Por tanto, para estos indecisos de octubre no será un voto “a favor de” sino “en contra de”, demoran no porque están reflexionando sino porque están dudando. Además, si la oferta no los convence del todo, la mayoría puede radicalizarse en su posición de protesta y emitir un voto que reniegue de estas elecciones a su juicio “anómalas” por la presencia de candidatos que no debieran estar presentes por mandato de un referendo.
Por eso la importancia de las encuestas que en este caso se convierten en el único medio, la única brújula, que les permite “a priori” percibir los posibles resultados y a partir de ello decantar sus opciones. De ahí que unos y otros partidos esgriman el espacio de las encuestas como el gran campo de batalla en el afán de convencerlos.