La verdad es que dentro de la doctrina comunista y su vigencia, como ocurre en la siempre llamada China Roja, porque se trata de un país donde rige un solo partido -el Partido Comunista Chino- no hay ni la más remota posibilidad de que cualquier otra tendencia político-partidista tenga la mínima oportunidad de intervenir en cuestiones electorales o pretender acceder a puestos de gobierno. Todo eso es posible en China, donde, por vigencia del comunismo, es posible manejar al pueblo con la fuerza de las armas, con la presión del ejército y bajo el dominio del comunismo hasta en las escuelas, donde se enseña solamente marxismo, leninismo y todo lo concerniente a la vigencia plena y absoluta del comunismo.

Quienes en otros países del orbe han leído la noticia de un prorroguismo absoluto chino, y que tienen simpatía o pertenecen a corrientes de extrema izquierda o querrían el retorno del comunismo con el estilo de la ex–Unión Soviética, seguramente querrían que en sus países rijan las mismas reglas y que sea la fuerza la que domine a los pueblos; felizmente esta posibilidad no puede ser en Bolivia y otras naciones donde se entiende y practica los principios de la Democracia, la Libertad y la vigencia de los Derechos Humanos.

China, desde las reformas de la década de los 70, vive bajo dos principios: el político, dominio total del partido comunista y de todas sus tácticas para gobernar al pueblo; en otras palabras, tácticas y sistema de fuerza que someten al pueblo a las reglas impuestas por “el partido”, que es el que tiene dominio total. El otro sistema: el económico, se rige totalmente por los medios capitalistas vigentes en la mayoría de los pueblos del mundo, con excepción de aquellos en los que aún tiene vigencia el comunismo.

Prácticamente desde finales de los 70 o principios de los 80, se ha impuesto reformas estudiadas e implantadas por Deng Xiaoping, que pidió “separar la dirección del Estado de la del Partido Comunista Chino, con el objeto de evitar una concentración susceptible de generar un gobierno arbitrario, como ocurrió durante la gestión de Mao Tse Tung”. El prorroguismo, el gobierno eterno, que no es otra cosa que dictadura y tiranía, es posible aún donde impera el comunismo; pero pretender que ello sea posible en un país democrático, como aún es el nuestro, es imposible; en otras palabras: China puede hacer los cambios que quiera conforme a la fuerza con que domina al pueblo; pero Bolivia y otros países siempre estarán en contra de esos extremos.