Medio: La Razón
Fecha de la publicación: viernes 13 de septiembre de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La Razón (Edición Impresa) / Verónica Rocha Fuentes
01:06 / 13 de septiembre de 2019
La masiva difusión de cadenas de noticias falsas (fake news) como parte de la campaña desarrollada en Brasil durante el proceso electoral de 2018 se constituyó en un antecedente regional, mediante el cual se ha ido fortaleciendo la hipótesis de que las redes sociodigitales significan una amenaza para los regímenes democráticos, toda vez que su incidencia en las elecciones puede llegar a ser decisiva.
Según la Encuesta Nacional de Opinión sobre Tecnologías de Información y Comunicación publicada en 2017 por la AGETIC, el 93% de la población boliviana contaba en aquel entonces con un celular; además, el 91% de los usuarios que se conectan a internet a través de sus celulares lo hacen para emplear WhatsApp, con el fin de comunicarse con otras personas, pero también para informarse, principalmente.
Luego de las puntuales experiencias digitales en los procesos electorales de 2014 y 2016 se instaló la percepción de que las organizaciones políticas habían acumulado aprendizajes sobre los usos y efectos (si los hubiera) de las redes sociodigitales en la política; supuesto que tenía la oportunidad de ser comprobado en el actual proceso electoral. No obstante, a medio camino de esta campaña solo se vislumbran algunos sucesos que por ahora nos estarían alejando bastante de un escenario similar al vivido en Brasil.
Estos sucesos han sido: i) la convocatoria del postulante del MNR a conformar sus listas de candidaturas con ciudadanos que se comuniquen directamente con él vía WhatsApp. Luego señaló que el 15% de sus listas fueron conformadas por comunicaciones mediante esta plataforma. ii) La inserción de un número de WhatsApp en la página web de la alianza Comunidad Ciudadana (CC) para unirse a un grupo. Pero el link para sumarse a este espacio no era directo, sino que derivaba a un número institucional, el cual seguramente remitía a un grupo mayor; práctica que se utiliza para filtrar trolls en grupos de coordinación y mantener en pie el objetivo. iii) La triste identificación de un enlace directo para unirse a un grupo de WhatsApp para apoyar al candidato del PDC, amplificado por un influencer cruceño. Sin embargo, a raíz de las declaraciones polémicas del postulante, este grupo se convirtió en un caótico grupo de “trolleo”, en el que desfilaron todo tipo de manifestaciones antirreligiosas y pro LGTBI, echando mano de la cualidad lúdica que signa la dinámica en estas plataformas. Esta última experiencia evidenció que una invitación abierta de este tipo que no es gestionada adecuadamente puede volverse en contra de un objetivo político central.
Las últimas palabras del cierre de ese grupo (que tenía varios meses de vida y que finalizó cuando las comunidades digitales dieron con él) fueron precisamente de un número que tenía el nombre del candidato, quien escribió: “Este es un grupo creado para propagar el movimiento LGTB sin mi consentimiento, y no puedo borrar a algunos que están gestionando la perversión, les invito a salir a todos”. Una persona que estuvo en aquel grupo comentaba que esta pésima gestión de la plataforma que devino en la censura de los mensajes era una muestra más de que la democracia perdía nuevamente. Y así fue, solamente que esta vez ocurrió en nuestros teléfonos.