Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 20 de marzo de 2018
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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Ágora republicana
“No hay que enojar al pueblo, puede patear a perro equivocado”
Voy a interpretarlas libremente para proponer una conclusión colectiva
en forma de pregunta: ¿y qué sucedería si de repente todos los que han
sido candidatos a la presidencia y pretenden seguir siéndolo,
renunciaran públicamente y presionaran de esta manera al presidente
Morales, para que, cumpliendo la Constitución, las leyes y el mandato
vinculante del 21F, haga lo propio?
Formularé la reflexión de otra manera. Las propias encuestas que maneja
el Gobierno han dejado de serles favorables, y acciones como el
banderazo y el fallo positivo que pudiera obtenerse en La Haya en favor
de la causa nacional, precisamente por la naturaleza de que estará
investido, no podrán ser utilizadas con carácter electoral, por nadie.
Nos encargaremos todos que así sea.
La gran pregunta que debemos hacernos en democracia es: ¿quién le pone
límites al poder? El uso desproporcionado de la autoridad, termina en la
vulnerabilidad de los responsables de los sistemas de defensa social,
que dejan indemne a la persona frente a la verdad de Estado. Las
explosiones en el Carnaval de Oruro, las permanentes manifestaciones de
corrupción (lo ocurrido en el Banco Unión o en YPFB), o las fotos
escalofriantes y los actos de violencia de la cárcel de Palmasola, todos
sin esclarecimiento, se suman a una lista cada vez más larga de
afectaciones que están superando la incomodidad para convertirse en
repudio.
Y me viene inmediatamente a la memoria la actuación y encubrimiento
producido en el asalto a Eurochronos, o la condena sin sentencia por los
sucesos de Porvenir o el Hotel las Américas, que superan y hacen
olvidar hasta las diferencias ideológicas, para reivindicar los derechos
humanos y la dignidad de las personas.
A esta altura, Leopoldo Fernández y Zvonko Matcovic merecen ser juzgados
en libertad. Han superado generosamente el tiempo de otro detenido
político que hoy ejerce la vicepresidencia y que en su tiempo, lo
reclamó para sí.
El sistema político gubernamental, convencido de su actuación y
ostentoso de sus éxitos, ha judicializado selectivamente la política,
desinstitucionalizando la administración pública. Un innombrable fiscal,
responsable de muchas de estas acciones, hoy purga el olvido con
desprecio, pretendiendo desde el ostracismo denunciar sus propias
acciones.
Mientras esto ocurre, seguiremos siendo parte de una agenda inacabable
de confrontaciones en todos los campos, con una lista pública que no se
conduele de necesidades cotidianas expresadas en burocracia insensible,
filas para obtener salud, abandono del campo, ausencia de servicios
urbanos, informalidad en las oportunidades laborales, importación de
alimentos básicos de la tierra… Los grandes números de la macroeconomía
parece que no se comunican con la gente que se transporta en buses y
colectivos. Ni con la agenda de un debate político preocupado de los
procedimientos.
Bolivia se merece una oportunidad. Que se abra el debate plural, que la
estabilidad dependa de los consensos colectivos y no de la voluntad de
un líder que están endiosando sin que él esté haciendo lo suficiente
para evitarlo. Y que todos los demás, la oposición incluida, se enfrente
y acepte una realidad, el país ha cambiado y la solución a los
problemas económicos demandará soluciones creativas de todos.
Alguien debe dar el primer paso. Seguramente no será el Presidente
Morales quien lo haga primero, convencido como está de la razón forzada
que le asiste. Por eso son importante las palabras de David
Choquehuanca.
Necesitamos que se liberen las fuerzas democráticas.
Carlos Hugo Molina es abogado y ciudadano en ejercicio