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Medio: El Deber
Fecha de la publicación: domingo 18 de marzo de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Si damos crédito al historiador Tucídides, fue Pericles quien expuso, con gran precisión, varios rasgos que caracterizan a un régimen democrático. Nuestra forma de Gobierno –dijo el ateniense en un famoso discurso– se llama ‘democracia’ debido a que “el gobierno no depende de unos pocos sino de la mayoría”. En su marco, en lo concerniente a los “asuntos privados”, la “igualdad”, conforme a nuestras leyes, alcanza a todo el mundo. Por otro lado, en la “elección” de los cargos públicos “no anteponemos las razones de clase al mérito personal” y, en todo caso, al “prestigio de que goza cada ciudadano en su actividad”. “Una condición social modesta nunca es obstáculo para quien esté en condiciones de prestar un servicio a la ciudad”.
Otras dos condiciones son relevantes para el gobierno democrático: la participación de los ciudadanos en la vida política y el debate sobre las cuestiones públicas. “Las mismas personas –dice Pericles– pueden dedicar a la vez atención a sus asuntos particulares y a los públicos”. Esto significa que el interés de los ciudadanos por la cosa pública es una condición del buen funcionamiento de la democracia. En cuanto al “debate”, para el líder ateniense, el mismo no supone un peligro para la acción, sino más bien una práctica necesaria para informarse antes de actuar.
Este diseño de lo que fue o se pretendió que sea la democracia en la antigüedad, en particular en Atenas, dista mucho del diseño de la época moderna –en especial del Siglo XIX– con el que estamos más familiarizados. Sin embargo, como bien subraya Norberto Bobbio, quien quiera hoy dar una idea de la naturaleza del gobierno democrático no tendría mucho que añadir a lo que, según Tucídides, expuso Pericles a los atenienses en aquella famosa oración fúnebre por los muertos en las guerras por la libertad de Atenas.