Medio: El Día
Fecha de la publicación: viernes 23 de agosto de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Pocos días atrás, el dirigente de una de las principales milicias sindicales del oficialismo, la CSUTCB, anunciaba el “voto orgánico” por el binomio inconstitucional conformado por Evo Morales y Álvaro García Linera.
“Para nosotros el voto más seguro es en el área rural, donde decidimos orgánicamente el apoyo al presidente”, decía Teodoro Mamani, secretario general de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, remarcando que “vamos a tener dos tercios, eso definitivamente hacemos los cálculos, el campo va a definir para el hermano presidente”.
Las declaraciones de Mamani son toda una confesión de parte sobre el antes llamado voto comunitario, ahora por lo visto rebautizado como “orgánico”.
Se trata, en realidad, de un sufragio coaccionado a punta de chicote, en espacios geográficos alejados de los grandes centros urbanos, donde directamente desaparece el secreto del voto.
Esta es la explicación para esas circunscripciones del realismo mágico, en las que el partido cocalero obtiene apoyos del 90 al 100% del electorado.
Por supuesto que la bravata voluntarista de Mamani de concretar los 2/3 es irrealizable, si comparamos el debilitado caudal de intención de votos del MAS, que parece haber perdido un tercio de su electorado (unos 20 puntos porcentuales menos que en el 2014) y que lo más probable es que en el 2020 estrenemos un Parlamento sin hegemonías.
Pero no por esto se tiene que bajar la guardia. El voto orgánico o comunitario es parte de un fraude estructural ante el cual se debería demandar acción al Tribunal Supremo Electoral.
Otro tema a reclamar al TSE, complementariamente a este de naturaleza territorial, sería el de una auditoría de todos los partidos políticos al sistema informático del Órgano Electoral, teniendo en cuenta lo sensible del área y sobre todo a la masacre blanca operada allí por la presidenta de ese Tribunal, quien descabezó a la dirección técnica encargada del cómputo.
Al margen de estos reclamos, hay algo fundamental que pueden hacer los votantes para ayudar a reducir al mínimo posible las manipulaciones en los recintos de sufragio: concentrar respaldos de manera pragmática en torno al partido opositor que tiene presencia en casi todos los municipios de Bolivia y que cuenta por lo tanto con una mayor capacidad de control electoral.
Por el contrario, hacerlo alrededor de un improvisado club de amigos sin estructura territorial, que probablemente no pueda cubrir siquiera los recintos de las capitales departamentales, sería echar “al agua” una buena parte de la votación opositora.
Recordemos muy bien la frase del dictador Josef Stalin, cuando desmontaba el efímero pluripartidismo de posguerra en Europa del Este y decía burlón que “lo importante no es quiénes votan, sino quién cuenta los votos”.
De ahí lo planteado en el título: la disyuntiva de fondo el 20 de octubre será entre el voto orgánico y el control electoral, entre la coerción con camuflaje sindical y la transparencia organizada.