Medio: El País
Fecha de la publicación: lunes 12 de agosto de 2019
Categoría: Autonomías
Subcategoría: Regional
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En la Región Autónoma del Gran Chaco celebramos hoy el 143 aniversario de fundación como provincia, lo que no deja de ser una paradoja dado los años de lucha que ha costado superar esa etapa y consolidar la propia Autonomía Regional, que tiene sus propias fechas que festejar: el referéndum, la promulgación, el primer cabildo… y sin embargo se sigue festejando la consolidación como provincia.
Es probable que no haya ningún tipo de maldad en esto, sino simplemente una falta de reflexión o una falta de iniciativa a hacer las cosas de forma diferente. Obviamente es común. Los chapacos, por ejemplo, en lugar de reducir el simbolismo del 4 de julio, que es un hito de la invasión española, lo han magnificado en los últimos años, e incluso se ha visto a prominentes autoridades del MAS entregar flores al caudillo Luis de Fuentes.
El tema no pasa de anecdótico, pero la política es un arte de formas. Somos de rituales, dicen aquellos que alguna vez han sido cuestionados al respecto. El problema real llegará si acabamos vaciando de cualquier contenido las fechas y simplemente las convertimos en momentos para el regocijo, el festejo, y como no, el despliegue prebendal.
Concretamente este año no se preveía ningún cambio sustancial porque la fecha está perfectamente enclavada en el momento temprano de la campaña, que al menos en los últimos años ha resultado decisivo.
La Autonomía Regional se ha visto aún más bloqueada que la propia Autonomía Departamental, con la diferencia de que la gestión de Adrián Oliva no tardó en denunciar la precaria situación económica mientras que la de José Quecaña tuvo que callar resignarse
La cuestión de fondo es saber si la Autonomía Regional del Gran Chaco está madurando o por el contrario, se está convirtiendo en una suerte de pesadilla de difícil encaje que nadie quiere demasiado, porque sobre todo, es exigente con los gestores de la cosa pública.
Hasta el momento, la Autonomía Regional se ha visto aún más bloqueada que la propia Autonomía Departamental, con la diferencia de que la gestión de Adrián Oliva no tardó en denunciar la precaria situación económica heredada por la gestión de Lino Condori y exigirle respuestas al Gobierno Central, que más tarde que temprano llegaron en forma de fideicomisos y créditos caros privados; mientras que la de José Quecaña inició tratando de disimular los rotos que había heredado de los Carlos Brú y compañía, con el agravado de que apenas obras iniciadas tenía. Después pasó el tiempo tratando de ganar un buen espacio al lado de Evo Morales para que le prestara atención, pero las dificultades de encaje hicieron que casi siempre se optara por el apoyo a los alcaldes.
No ha sido hasta el final, cuando la Autonomía Regional ha logrado la modificación de la Ley Marco de Autonomía para poder buscar vías de financiamiento al crédito, que sin ser muy recomendables, han permitido superar las dificultades en el departamento y no en el Chaco.
A Quecaña no le ha quedado tiempo de ejercer de Ejecutivo Regional. Ni siquiera cuando se agitaron los fantasmas del 45% la Región logró una cohesión más allá de la reacción propia del momento. El horizonte lo sigue marcando el centralismo nacional, que además es el que se ha mostrado dubitativa sobre la vocación industrial del Chaco.
El 12 de agosto es sin duda un día para reflexionar en serio en el Gran Chaco. Todos los mecanismos están en las manos para poder orientar y avanzar en el desarrollo. Sin más victimismos. Sin escuchar los lamentos ni las protestas. Para ser la punta de lanza en un departamento que debe cohesionarse en la diversidad y en la aspiración de autogobierno.