Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 07 de agosto de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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En ninguno de esos casos ha existido la independencia de poderes, los check and balances, los pesos y contrapesos que exige cualquier democracia, en ellas sus dictadores han pretendido ser eternas. Y, obviamente, en todas ellas se han proscrito a los partidos, generando regímenes de partido único. La asunción al poder de Franco, de Mussolini, de Hitler ha sido posible gracias al declive de los partidos políticos o su anulación. Los partidos que han apoyado a líderes populistas antisistema, antipartido político en esos países han sido víctimas de sus propias decisiones; ellos pusieron la alfombra a Hitler, Mussolini o Franco.
Si la democracia es Estado de Derecho, vigencia de los derechos humanos y de las libertades democráticas, independencia de poderes, la democracia es, ante todo, vigencia de los partidos políticos; una democracia requiere pluralidad de partidos o, por lo menos, regímenes bipartidistas.
Con la asunción de Morales al poder muchos se han dado a la tarea de sepultar a los partidos políticos, alejarlos de la escena, creyendo que los movimientos sociales generarían una mejor democracia y transparencia, pero el resultado es que eso ha traído autoritarismo y corporativismo; además, podría cultivar una próxima dictadura.
Es que los movimientos sociales no son democráticos y no son la reserva moral del país; sino, más bien, son el ejemplo cúlmine del autoritarismo y de la corrupción. Esto no quiere decir que los partidos políticos se hayan vestido con la vestimenta de la transparencia, ni mucho menos; en la “infame época neoliberal” hubo partidos políticos, ellos, gracias a la democracia pactada, generaron estabilidad política luego de tantos empantanamientos que impedían la elección de presidentes.
Hasta antes de esa época “neoliberal” o de inicio de la democracia representativa, el poder, el Estado, tenía el derecho de matar a la gente a los opositores; en los años de democracia pactada la gente comenzó a internalizar los derechos humanos y de género. No en vano se creó el Defensor del Pueblo, se valoró el derecho a la vida, la validez de la disensión, la importancia del debate político, la libertad de pensamiento y de expresión.
Los “infames partidos neoliberales” hicieron la reforma política, la Corte Electoral de notables, la descentralización administrativa, la Participación Popular (PP) o la descentralización municipal, que generó nuevos liderazgos políticos surgidos el mundo rural; de esa PP es hijo Evo Morales.
La reforma institucional reivindicó la independencia del Banco Central y de la Contraloría de la República. Sin la “maldita capitalización” no habrían existido los 27 TCF de reservas probadas de hidrocarburos, gracias a ellas se pudo exportar a Brasil y Argentina; gracias a ellas Evo Morales pudo cosechar el boom de los precios internacionales de las materias primas.
No todo el pasado fue malo, hay que rescatar lo bueno, no hay que huir de lo bueno que hicieron los partidos políticos; si hoy se huye de ellos, entonces se está cerca de posiciones populistas que no son democráticas. No es correcto buscar solamente gente que no se haya contaminado con el pasado, creyendo que los que no hicieron política antes son los únicos pulcros para hacer política hoy; hay que rescatar a la gente valiosa del pasado.
Hay que alejar los vicios refundacionales, hay que evitar el complejo antipartidos políticos. Los Trump, los Bolsonaro, los Morales vienen del complejo antipartidos políticos. Los retos de la democracia consisten también en construir partidos, sin complejos. Esto tiene que asimilarlo mucho más la oposición que el partido del poder que no ama la institucionalidad partidaria, sino que sólo adora al caudillo dueño de tierras y haciendas. La democracia no sólo se la hace en las redes sociales, en el Facebook o con los Twitters; se la construye edificando partidos políticos democráticos. La democracia no se edifica con movimientos sociales corporativos.
Carlos Toranzo Roca es economista.