Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 07 de marzo de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Demos fin al neopatrimonialismo
Encuestas recientes demuestran que en Bolivia ya existe un consenso mayoritario para que no siga gobernando el Movimiento Al Socialismo (MAS). La principal motivación de este consenso es que este partido está demostrando reiteradamente que no respeta las reglas democráticas que le permitieron alcanzar el gobierno y pretende seguir disfrutando del poder político indefinidamente.
Pero hay una razón adicional por la que el MAS no debe seguir
gobernando: no sólo dilapidó en su beneficio un alza inusitada de
precios de las materias primas que exportamos sino que ahora, cuando
bajaron dichos precios, nos está endeudando ilimitadamente. El problema
no es sólo ético: también es económico y social, pues al no ser rentable
el gasto público acrecentado que realiza, sobre todo las inversiones,
después tendremos que pagar la deuda contraída en nuestro nombre con
alta inflación, como ya está ocurriendo en Venezuela.
Venezuela y Bolivia tienen en común que en ambos países ganaron las
elecciones líderes que planteaban aprovechar el alza de precios de las
materias primas, de las que sus economías dependían ampliamente, para
implantar un modelo de “transición al socialismo”. Pero esto sólo ha
llevado a una profunda crisis económica.
La explicación de la crisis venezolana –y de la que se cierne sobre
Bolivia- es que al concentrar el poder económico en el Estado, lejos de
superar el capitalismo ambos países han caído en un neopatrimonialismo,
heredado de la Colonia. En efecto, así como antiguamente pertenecían al
Rey todos los territorios invadidos y sólo él podía repartir tierras
–incluidos sus habitantes cuando éstos eran útiles-, y conceder la
explotación de minas a cambio del “quinto real”, hoy recursos
jurídicamente de propiedad común son utilizados por minorías para fines
privados: disfrutar ilimitadamente del poder y/o enriquecerse a costa
del resto de la sociedad.
En Venezuela se aprovechó la mayor cantidad de dólares disponibles para
sobrevaluar la moneda nacional y así abaratar las importaciones e ir
eliminando empresas nacionales. Y también para endeudar al país
proporcionalmente a dicha abundancia. Ahora no hay dólares para importar
alimentos y medicamentos pero sí para pagar la deuda externa, sobre
todo al país que originó el alza de precios: China. El resultado es una
hiperinflación. Y para mantenerse a pesar de ello, el gobierno
venezolano viola abiertamente los principios democráticos.
En Bolivia también tenemos experiencia sobre lo que puede ocurrir cuando
un régimen que viola los principios democráticos, y con tendencias
neopatrimonialistas, asume un papel preponderante en actividades
productivas y endeuda al país con esta justificación: la hiperinflación
que generó la dictadura de Banzer.
Lo esencial para que esto no vuelva a ocurrir es cambiar a tiempo de
modelo económico. Tiene que lograrse un consenso nacional para eliminar
definitivamente el problema de fondo: que nunca más se pueda usar
recursos que son de todos para fines privados.
El compromiso debe referirse no solamente a generar y respetar los
mecanismos que garanticen la no reelección, la independencia de poderes,
y el respeto a las competencias y la autonomía de los gobiernos
subnacionales, sino también a establecer definitivamente sistemas que
garanticen rentabilidad social en los procesos de asignación de
recursos, procedimientos meritocráticos de provisión de cargos públicos y
el financiamiento público de las campañas electorales.
Y no sólo eso. Para librarnos definitivamente del neopatrimonialismo
debemos tender a reducir a mínimos la incursión directa del Estado en
actividades productivas. Que éste se especialice en proveer con alta
eficiencia aquello que sólo puede ser provisto por él: normas y
políticas públicas, medios de cumplimiento de ellas y servicios de
infraestructura de uso público.
Sólo un Estado así podrá dirigir la economía para sacarnos del
extractivismo y el elevadísimo daño ambiental que éste implica, e
insertarnos en el mercado mundial a través de exportaciones con alto
valor agregado que generen empleo de calidad para todos. Y podría
hacerlo sin endeudarnos, aprovechando el aún abundante ahorro privado.
Ello es técnicamente posible pero la condición primordial para lograrlo
es, se reitera, liberarnos definitivamente del neo-patrimonialismo.
Iván Finot es MSc. en economía, especialista en desarrollo.