Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 25 de julio de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Encuestas recientemente publicadas permiten emitir algunas conclusiones acerca de la situación de cada uno de los partidos en carrera electoral y visualizar el nuevo mapa político que surgirá a partir del 20 de octubre, que sin duda alguna será bastante diferente al escenario que se ha vivido en los últimos trece años.
Estamos hablando del fin de una hegemonía radical que empezó en el 2005 y que se profundizó a partir del 2009 con el control absoluto del poder republicano y la cooptación institucional que le permitió al oficialismo la obtención de los dos tercios en la Asamblea Legislativa.
Si bien no se vislumbra un retorno a la fragmentación del voto que caracterizó a los primeros 13 años de democracia, estaremos frente a un régimen que necesitará pactar y concertar para asegurar la gobernabilidad. La intuición ciudadana parece estar posibilitando el regreso al esquema de la “democracia pactada”, al comprobar que el mito de contar con un “gobierno fuerte” fue una desventaja para el Estado de derecho, un fracaso en la conquista del ansiado desarrollo y una falacia en términos sociales, medioambientales y también en el ámbito de la inclusión, la gran promesa que hizo el “proceso de cambio”.
Por los datos que disponemos hoy, es posible pronosticar una campaña muy intensa, una pugna encarnizada por cada espacio y cada voto. La buena noticia es que el denominado “voto duro” que permitió consolidar zonas incondicionales e impenetrables para la oposición, ya no serán determinantes. La conquista del voto se definirá esta vez en las áreas urbanas, en las grandes ciudades, donde queda menos margen para la maniobra, la manipulación, el bloqueo de la entrada a candidatos y otras malas artes que suele alentar el régimen.
La amenaza de fraude no está descartada y todo indica que será fundamental para que el Gobierno pueda achicar las distancias con sus cifras históricas, pero ha quedado claro que para ello, tendrá que apelar a un montaje burdo y descomunal que lo pondría fuera de la legitimidad y muy cerca de una convulsión social, precisamente lo que ocurrió en Venezuela en 2013, año en el que el Chavismo se fue por el despeñadero.
Los números todavía no permiten pronosticar un ganador, si habrá segunda vuelta ni ningún otro desenlace, pues en política es imposible hacer este tipo de vaticinios, además de que las encuestas no son exactas y el comportamiento de la ciudadanía puede ser cambiante. El número de indecisos es muy alto, existen actores extrapartidarios, como el movimiento cívico, las plataformas, las redes sociales y algunos gremios confrontados con el Gobierno con gran capacidad de incidir en el movimiento del voto.
Precisamente el protagonismo ciudadano, ya sea a través de organizaciones civiles, de los medios digitales y otros canales de expresión será también otro componente vital de la campaña. La traición al voto soberano del 21 de febrero de 2016 ha dejado una herida abierta que sin duda va a supurar en los próximos meses encaminada a asegurar la recuperación de la democracia.ç
La intuición ciudadana parece estar posibilitando el regreso al esquema de la “democracia pactada”, al comprobar que el mito de contar con un “gobierno fuerte” fue una desventaja para el Estado de derecho, un fracaso en la conquista del ansiado desarrollo y una falacia en términos sociales, medioambientales y también en el ámbito de la inclusión, la gran promesa que hizo el “proceso de cambio”.