Pero los mandantes (hoy gestores públicos sensibles con las necesidades de su pueblo) son los llamados a ver crecer esa consciencia ciudadana no sólo asumiendo los valores, sino dando ejemplo de cumplimiento de éstos. En otras palabras, los hombres y mujeres de Estado, responsables de la sana, eficiente y equitativa gestión del país, son los llamados a ser mejores individuos para el bien colectivo y para el propio.
En ese orden de prioridades, el estadista ejemplar no maneja la mente del ciudadano común con amenazas que reprimen sus libertades, su búsqueda de justicia, o hasta el futuro de su familia. De hacerlo, estaría manipulando su consciencia ciudadana y torciendo sus sanos ideales; además de estar en contra de los fundamentos básicos de la consciencia ciudadana: la libertad y la justicia, que permiten al individuo actuar de forma correcta y respetuosa en y ante la sociedad.
Actuar correctamente ante la sociedad, sus intereses y su voluntad significa hacer suyos sus valores, su Constitución Política y su sistema democrático.
De ahí que el bien común justo, hoy en día, debería haberse estado dando en Bolivia gracias al adecuado uso de la democracia; que no es otra cosa que el poder que recae sobre el pueblo, el soberano. Ese poder que recae en el pueblo ha sido ignorado por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) al dejar recaer el mismo en una sola persona, cuando se le reconoce su derecho a la reelección las veces que a esta persona le vengan en gana.
Lo triste es tener que reconocer y aceptar que nuestro primer mandatario, con esta determinación del TSJ, no ha sabido tener el valor moral y menos la consciencia ciudadana elevada para darse cuenta de que al aceptar la determinación de este Tribunal estaba violentando las libertades de toda una población, que hasta ese entonces vivía en democracia y en paz.
Desde ese momento, al quebrantar la voluntad popular y el indiscutible poder que en democracia tiene el pueblo, se ha trastocado la norma, se ha violentado la credibilidad en la gestión del Estado, se ha perdido confianza en lo que pregona nuestra Constitución Política del Estado en materia de derechos ciudadanos y valores fundamentales.
Lo peor de todo es que desde 2006 hasta la fecha se ha ido construyendo, de manera sistemática, el engaño y la mala intención con discursos atemorizantes, con acusaciones falsas, con retrocesos vergonzosos en la palabra dada. La ilusión de tener un presidente que cumple sus promesas de respeto a la democracia, a la Constitución Política del Estado y a la preservación, y cuidado de la Madre Tierra ha quedado en eso: una simple ilusión frustrada por el engaño y la mala fe.
Faltó el ejemplo. Aquel ejemplo de un mandatario que es responsable por el bienestar de todos quienes habitan este país. Aquel ejemplo de integridad pública en la gestión del Estado que ayuda a tomar consciencia en la ciudadanía sobre los valores que debe construir para ser mejores personas, mejores familias, mejores ciudadanos. Aquel ejemplo que sólo un primer mandatario tiene el desafío moral y patriótico de dar para dejar una profunda huella a seguir por todos.
¿Queremos otros cinco años de engaño y desilusión?
Que responda no sólo la mujer que carece de seguridad y que es víctima de feminicidio; no sólo el desatendido por el SUS que no cuenta con una atención médica digna; no sólo el poblador del Tipnis que fue avasallado por toneladas de pavimento para el traslado efectivo de la coca; no sólo el cocalero de los Yungas que sufre en sus dirigentes persecución y cárcel; no sólo el ciudadano que se halla en detención preventiva hace años; no sólo el obrero o trabajador de las empresas públicas quebradas por falta de capacidad de gestión; no sólo la mujer que se halla aún en desventaja e inequidad respecto del hombre; no sólo el hombre o la mujer que hasta hoy no han hallado un medio de subsistencia por falta de planes y programas de gobierno serios, y responsables. Que se atreva a responder el simple ciudadano de a pie, de la ciudad y del campo, pero que lo haga con consciencia y alto sentido patriótico.
Javier Diez de Medina Valle es consultor en gestión empresarial y ética.