Medio: El Día
Fecha de la publicación: domingo 04 de marzo de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Empero, una lectura entre líneas, de las distintas declaraciones y alocuciones de los portavoces del oficialismo y del propio presidente cuando hablaba de un “segundo tiempo”; hacían presagiar que, por motivo alguno, iban abandonar su pretensión de mantenerse en el poder. El único camino, en ese sentido, es con Evo como candidato. Como ellos mismos han reconocido, y con mucho énfasis, otro candidato pondría en riesgo esa sospechosa obsesión, sin límites, de mantenerse en el poder.
Por ello, como sostuve en dicho artículo, la repostulación es un tema de “Estado”. En ese afán, tenían previsto agotar todas las vías posibles, desde las formales hasta las informales. Barajaron varias opciones.
Las primeras se dirigían a una repetición de la consulta, pues consideraban que el NO había ganado, anclada en una gran mentira. De ahí precisamente la idea oficialista de proclamar al 21F, como el “día de la mentira”. Abandonaron esa pretensión en medio camino, incluso con campañas, firmas y libros de por medio. Había una razón fundamental: una nueva consulta en las urnas terminaría por sepultar definitivamente las pretensiones reeleccionistas, pues calcularon, sin equivocarse, que la votación por el NO sería más contundente. La decisión, entonces, debía soslayar, a como dé lugar, esa vía, adoptando, en consecuencia, la vía “informal”; la habilitación ilegal directa. Con un argumento deleznable: “derecho humano”.
Esta decisión, empero, ha provocado una repulsa generalizada, socavando aún más el desgaste y la legitimidad del régimen que, en sus doce años en el poder, vive su peor momento. Las clases medias urbanas que representan cerca del 40% del electorado nacional no solo censuran y deploran esta arbitraria decisión, sino que, como han expresado en las calles en los dos últimos paros nacionales, no están dispuestas a tolerar. Y, como la cuestión no podrá resolverse en las vías formales de la política, las calles comenzaran a tomar un protagonismo de primer orden.
El cumplimiento de los resultados del 21F y, sobre todo, el respeto del voto, se ha convertido en una demanda de alta agregación. En torno a esta demanda, sin mediar ideología alguna, a través de las redes sociales, se está fraguando una inédita cohesión altamente peligrosa, ciertamente, a los afanes prorroguitas del régimen.
Como se quedaron solo con el voto duro de las zonas rurales y sus “clases medias emergentes” (léase empleados públicos), para mantener su decisión de postular directamente al “mentiroso caudillo”; con recursos del Estado, cuan ovejas, los movilizaran -como en su “día de la mentira”- para enfrentar al creciente e incontenible rechazo que expresan las ciudades: produciéndose de este modo, en el campo político nacional, un nuevo clivaje.
Este nuevo clivaje tiene otras raíces, pues los anteriores, como el regional e ideológico, eventualmente se habrían superado. La polarización derivada de este nuevo clivaje estriba entre los que demandan el respeto a la decisión soberana expresada en los resultados del 21F y los que, a toda costa, pretenden mantener la ilegal candidatura.
Desafortunadamente, reflota, en este nuevo clivaje con matices étnicos, el fantasma de un nuevo enfrentamiento entre “campo y ciudad”.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón.