Víctor Gutiérrez Flores
La actual contienda electoral en el país pareciera seguir el mismo camino de siempre, es decir, la puesta en práctica del canibalismo electoral puro. Los que hacen de oposición no superan las viejas prácticas, todo vale, no importa el país, la suerte o el destino que se podría seguir. Una vez más, la oposición opta por la descalificación en el más amplio espectro, no les interesa el porvenir de la patria, solo cuentan las elecciones, no les interesa poner en juego la estabilidad económica, política y social alcanzada en esta última década, a ellos lo que los motiva es alcanzar el gobierno a cualquier precio. Atrás quedan las propuestas de país (si es que las tienen), el denominador común no es precisamente contar con un programa, mucho menos contar con un plan de gobierno, sino por sobre todas las cosas anteponen y exhiben, y sin rubor alguno, su odio visceral hacia Evo Morales Ayma.
De ahí que ir en contra de Evo Morales es lo único que los une.
Constatación irrefutable, por cierto, y muy peligrosa como veremos más adelante.
Estos últimos 12 años transcurridos para Bolivia han sido, contra todo pronóstico, años de estabilidad económica, política y social, una especie de logro inimaginable teniendo siempre presente que de acuerdo con nuestra propia historia Bolivia se ha caracterizado por ser un país casi ingobernable, situación que llevó a muchos a sostener en el plano internacional que “Bolivia no tiene razón de existir”, que era una especie de “Estado fallido” destinado, por tanto, a “desaparecer”. Más aún, para ciertos analistas internacionales, la asunción de Evo Morales al poder no era más que el anuncio del quiebre de Bolivia en toda su dimensión.
Pero la historia de los pueblos es caprichosa, y Evo Morales —situado, claro está, en una serie de condiciones y circunstancias históricas jamás antes imaginadas— dio el gran salto y asumió un conjunto de medidas con mucho valor y firmeza, medidas que la generalidad de quienes pasaron por el Palacio Quemado no se atrevieron a asumirlas jamás, fruto en algunos casos de su alto grado de cipayismo y en otros dada su terrible y elocuente cobardía para gobernar en pro del país.
De pronto, en estos últimos 10 años Bolivia ve cómo los grandes frutos emergentes de su enorme riqueza en recursos naturales comienzan a quedarse en suelo propio y son invertidos en términos de desarrollo a lo largo y ancho del país. Algo que era una especie de misión imposible para quienes, durante toda casi nuestra historia de vida republicana, se creían con el único y exclusivo derecho para gobernarnos. Algo que nunca hicieron por cuanto la gran mayoría de ellos eran simplemente agentes locales de los grandes intereses transnacionales.
Hoy día todo esto que comentamos se encuentra en riesgo, es decir, se encuentran en riesgo los logros económicos, políticos y sociales, todo porque la antipatria organizada en plataformas ciudadanas, seudopartidos políticos de orientación conservadora han decidido frenar este proceso de ascenso económico, político y social alcanzado por las grandes masas de Bolivia.
Por eso es que no resulta exagerado afirmar que el nuevo destino trazado para Bolivia se encuentra bajo grave amenaza, su nuevo destino —aquel que es acariciado hoy día de manera ya tangible por los grandes sectores sociales del país— está en completo riesgo.
¿Qué hacer entonces? Más allá de encontrar una serie de errores cometidos, de haberse verificado varias inconductas en algunos niveles de quienes están inmersos dentro del Proceso de Cambio, se hace urgente y necesario ir por el camino de la crítica y la autocrítica para superar, sin duda, muchos aspectos negativos, corregir y enmendar, sancionar, y luego avanzar de mejor manera. Por todo esto es que en esta coyuntura debemos expresar nuestro respaldo a Evo Morales, porque el destino de nuestro país es mucho más importante que algunos equívocos.