Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: jueves 01 de marzo de 2018
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Marchas, bloqueos, paros y otros
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Confieso que la entusiasta manifestación ciudadana del pasado 21F, a la que me sumé con convicción despertó en mí sentimientos y pensamientos contradictorios. Celebré el despertar de una ciudadanía, antes elusiva. Sin embargo, nunca simpatice con el bloqueo y su legitimación social como mecanismo extremo e inconstitucional, ahora rutinizado, para expresar el malestar y la protesta social a la que reconocemos como derecho constitucionalizado.
La exaltación y nada abstracta institucionalización del “bloqueo y del paro” es la inequívoca demostración del fallido proceso constituyente que prometía sentar las bases de un nuevo pacto social y el salto para trascender perversas prácticas del pasado. Es el fracaso de la política, reflejo de la ceguera y soberbia de gobernantes, de la irreverencia y desacato social concebido como acto de heroísmo. Implica la negación no solo del otro y del diálogo sino de las instituciones como canal de resolución de conflictos y controversias.
Volviendo a la temeraria afirmación del Vice, ésta no sorprende. Es portadora de una visión anti estado de derecho ahora convertida en flagrante impostura de quien juró ante el pueblo respetar y hacer respetar la Constitución y las leyes. El Vice sabe, mas no le preocupa, que toda apología del irrespeto a las normas que rigen nuestra convivencia sean sinónimo de irresponsable anarquía, de la ley de la selva, siempre y cuando le sirvan para concentrar y reproducir el poder a cualquier costo. No olvidemos que, para Evo Morales, Estado de Derecho y Derechos Humanos son legado tramposo del Imperio. Así estamos.
Es curioso que un intelectual y matemático empírico desprecie la abstracción, los presupuestos que la sostienen y cristalizan no solo en sentido común compartido sino en actitudes y comportamientos sociales que modelan nuestra vida cotidiana. Por otra parte, quien proclama radicalizar la experiencia de la revolución cubana pareciera experimentar una desfasada y compulsiva tendencia a repetir experiencias fallidas empíricamente verificables. Jean Piaget, el teórico del desarrollo cognitivo coincidiría en que esta particular manera de analizar la realidad es sinónimo de estancamiento, de incapacidad de superar el estadio concreto de pensamiento, de una conducta egocéntrica que limita la posibilidad de abstraer o aprender de los errores y de los aciertos. En suma, del bloqueo de la capacidad de crítica y autocrítica. El bloqueo se instaló en la calle y nuestras mentes
El “desapego al abstracto mundo de las leyes” en la sociedad y desde la práctica política no es novedad. Es extrapolable a las maneras de concebir el poder y las leyes en distintos sectores de la sociedad. Con esta atávica cultura política abonamos el terreno hacia la autocracia y la violencia estatal por un lado o justificamos el desborde espontáneo de las multitudes, por otro. Siempre orillando el abismo, hoy el caudillismo clientelar y la afanada agenda presidencial por entregar obras, elefantes azules faraónicos y/o fallidos confirman nuestra atávica tendencia a la improvisación y al enfoque cortoplacista empaquetado en un falso concepto de “estabilidad”. Como nunca antes, la evolatría prolijamente cultivada, rima con la idea de tiranía. Así estamos.
Con su aseveración el vice confirma que, además de confundir crecimiento con desarrollo, nada cambió en la Bolivia post constituyente. Así como me resisto al retorno de un pasado superado, desconfió en quienes piensan el futuro confundiendo el hacer justicia con venganza. Lamentablemente, persistimos en reeditar el empantanamiento (empate) catastrófico o el descontrolado y no menos catastrófico movimiento pendular de nuestra historia. El esfuerzo por desterrarlos señala el camino alternativo hacia un verdadero cambio.