Medio: Nuevo Sur
Fecha de la publicación: miércoles 28 de febrero de 2018
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Marchas, bloqueos, paros y otros
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Y, ¿qué viene después del 21F? El 22F…
Gonzalo Chávez A.
Madruga la libertad en Bolivia para mostrar su mejor gala y sonrisa,
el clima también se alinea con la defensa de la democracia y recoge sus
aguas de febrero. El sol nace e ilumina con sus rayos más luminosos y
coquetos la protesta, se adhiere feliz a la causa, desmintiendo al falso
astrónomo que decía que el rey astro se escondería. ¡Nada, waway! El
sol y la gente dijeron un sonoro: Presente. Miles de vecinos toman las
calles con mesas, peluches, cuerdas, llantas, feroces carteles y
hermosas banderas bolivianas.
Comienzan las barricadas de confraternización, se exorcizan miedo y frío
con café caliente, y con un enorme sentido de comunidad y encuentro.
2.682.517 millones de votos No del 21F del 2016 toman las esquinas, la
plazas y los horizonte de futuro. Se conocen, estrechan manos, reciben
nuevos vecinos que cambiaron de opinión y que ahora tampoco quieren que
nadie se perpetúe en el poder, se abrazan, presentan a sus hijos,
conversan sobre política, cantan, reconstruyen –saludo a saludo, paso a
paso– un nosotros ciudadano que demasiado tiempo había estado en el
desván de la indiferencia, controlado a siete llaves por el abrumador
cotidiano.
El 21F despierta una enorme energía social que toma el país y en algunos
lugares es reprimida con violencia por la Policía, pero no se doblega
frente a los gases y los palos. Ministros, buzos, infiltrados,
comisarios del régimen y los “sordos de alma” comienzan la estrategia de
descalificación del movimiento y envenenan la sociedad con el virus de
la polarización.
Sueltan la cansada ponzoña de siempre: son los ricos, la derecha, los
racistas, los agentes del imperio, son cuatro gatos, no es pueblo. Salen
los dardos de la propaganda, que ahora se estrellan en los muros de la
indiferencia ciudadana. Para los autoritarios de siempre –que creen
tener el monopolio del corazón, de la razón y de la moral– el único
horizonte posible es la confrontación, inclusive la guerra, que la
anuncian toda vez que se los contraría.
Los dueños del poder perdieron en las urnas, están perdiendo en las
calles, pero lo más notable es que fueron expulsados de los surcos de la
esperanza, que ahora esperan, fértiles en libertad, nuevas
semillas-idea, otras generaciones para construir nuevos sueños. El
mensaje de la movilización del 21F fue claro: respeten nuestro voto,
respeten la democracia, pero el subtexto también fue contundente:
creemos en un futuro mejor pero no con las mismas personas ni con las
mismas ideas.
El proyecto MAS es ya el pasado, es un muerto que se olvidó de caer,
aunque aún a sus militantes les tome mucho tiempo reconocerlo, son
zombis políticos, y como tales se maquillan todos los días para ocultar
las fieras arrugas del autoritarismo que necesitan para gobernar.
El imaginario político ya no les pertenece, han encarcelado el futuro en
el museo de Orinoca. A nombre de las causas justas que dicen defender
–como inclusión, menos pobreza y desarrollo– hipotecaron la esperanza en
los bancos de la ideología populista, se gastaron medio Plan Marshal
(60.000 millones de dólares) para caminar en los círculos viciosos del
modelo primario exportador, cultivaron de manera enfermiza el rentismo,
de ciertos grupos sociales, para así, controlar sus almas y bolsillos.
Desinstitucionalizaron el Estado para convertirlo en una máquina de
subempleo y fuente de rentas mal habidas, se dedicaron a echarle sal a
las heridas de la historia para justificar su medicina. Pero, sin duda,
lo más grave de todo es que fracturaron al país, sembraron
cotidianamente un odio de clases entre los bolivianos y bolivianas que
sólo beneficia su estrategia de quedarse eternamente en el poder.
El 21F más de 2,6 millones de ciudadanos volvieron a repetir que no
mintieron en las urnas porque son personas conscientes e inteligentes, y
no marionetas de una conspiración. Quien mintió, en esta situación, fue
el dueño del poder que dijo que respetaría la voz del pueblo.
Ahora bien, es difícil superar el pantano del populismo, pero el 21F del
2016 y del 2018 fueron los primeros pasos en dirección a la salida.
Ahora los militantes de la democracia enfrentan la tarea buscar un nuevo
imaginario político para reenamorar a la gente. Se debe construir un
abecedario que ayude a reescribir la compleja poesía del reencuentro
entre todos y todas.
La primera acción es reconstruir el nosotros ciudadano, que como en un
gran juego de espejos también requiere recomponer el nosotros creativo
que suelte el alma emprendedora de los trabajadores, innovadores y
empresarios; el nosotros productivo que apueste a una verdadera
diversificación industrial, y que deje atrás la trampa de los recursos
naturales.
El nosotros solidario, que haga de la política social el centro de la
política pública en base a una revolución en la salud y la educación; el
nosotros democrático, que permita la circulación de ideas y personas;
el nosotros justo, que reinvente, desde las bases, la justicia
boliviana; el nosotros competitivo, que nos permita jugar en las ligas
mayores de la tecnología; el nosotros emancipado, que apuesta que a la
libertad en todas sus dimensiones; el nosotros Bolivia que nos haga en
la gentileza del día a día.
Esta compleja construcción del nosotros, del reencuentro, de la
convergencia generacional, del abrazo amplio e inclusivo, requiere
cultivar la savia de la organización, impulsar la fuerza de un liderazgo
colectivo, elaborar plan de viaje, conseguir los recursos para el
proyecto pero, sobre todo, reinventar la ingeniería del pacto y el
dialogo. Volver a creer en la actividad más noble del ser humano, es
decir, en la política como la que se hizo este 21F en las calles y
plazas de Bolivia. Y, ¿después del 21F, qué? Pues el 22, 23, 24… del
resto del año de lucha.
El autor es Economista