Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 28 de febrero de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Queremos unidad; nadie acepta a nadie
Entre los profesionales del tema y los que lo toman como hobby, hay una coincidencia sobre algunos escenarios futuros, surgida, creo, del sentido común: un escenario político futuro o una probabilidad nada desdeñable es que no hayan elecciones presidenciales en 2019. De dónde emerge esa elucubración, quizás de dos fuentes:
La primera, Evo Morales es un hombre que no se arriesgaría a perder las elecciones. Si uno analiza el escenario político actual, mucho más si entiende los mensajes del 21 de febrero de 2018, puede entender que Morales y el MAS están en constante caída, con una deslegitimación cada vez más grande; el camino hacia 2019 es de mayor influjo negativo que penaliza al poder. Esto no quiere decir, para nada, que aumente una sensación positiva en favor de Doria Medina, de Jorge Quiroga, ni de Rubén Costas, pues la oposición política, la de esas partidos, no tiene apoyo ciudadano. Quizás algo Costas en Santa Cruz, pero los otros dos no poseen respaldo alguno.
La segunda fuente de las cavilaciones y de la previsión de un escenario
sin lecciones en 2019 proviene del análisis comparativo, en especial de
la lectura de lo que ha sucedido en Venezuela, pues en este país el
poder armó una constituyente inconstitucional para que el régimen se
eternice en el poder, una asamblea de tipo corporativo donde desaparezca
el ciudadano y sólo existan los movimientos sociales proclives al
régimen dirigido por Maduro. Los regímenes autoritarios actúan de ese
modo.
¿En Bolivia no sucederá eso? De momento, comprendiendo las pulsaciones
autoritarias del gobierno actual, no sería sensato desechar esa
hipótesis. Otra cosa distinta es si el país aceptaría salida o no.
Si Bolivia recupera su historia antiautoritarista no pasaría eso, pero si el poder intimida, si la represión, la inteligencia cubana empujan a más represión, a más autocensura, habría una posibilidad de éxito para el poder. Pero, abriendo los ojos al 21 de febrero de 2018, se puede decir que buena parte de la sociedad civil está contra el poder, éste sólo domeña a sus clientelas. De todas formas, el futuro es complicado.
En el escenario más tranquilo, en la hipótesis de que existan
elecciones en 2019, todavía no sabemos cuánta movilización social habrá
para que Morales no sea el candidato del MAS. De motu proprio no
renunciaría a su candidatura, esa no es la conducta histórica de los
caudillos; otra cosa es si la conflictividad social lo obliga a eso. Los
movimientos ciudadanos están empeñados en que no sea habilitado, en que
no sea candidato, pero sin Morales el MAS es casi nada.
Pero de haber elecciones, la mayoría de los ciudadanos piden unidad de
la oposición. La primera traba es que los partidos de oposición han
demostrado ser mezquinos y que no poseen la vocación del renunciamiento
en favor de la unidad, en favor del bien común y de la democracia.
Pero, el otro problema está en el propio ciudadano. Muchos de éstos no
quieren o descalifican a Mesa porque dicen que es muy timorato; no
aprueban a Tuto porque fue banzerista; rechazan a Doria Medina porque es
muy aburrido y gerente propietario de su partidos; niegan a Costas
porque es muy camba y representaría a la oligarquía; no apoyaría a la
Soledad Chapetón porque es muy joven y sin experiencia, tampoco daría su
voto a Albarracín, porque puso malos buses en el transporte
universitario. No miran bien a Villena porque habría tenido cercanía a
los Sin Miedo, cuando éstos era aliados del MAS.
Pongamos cualquier nombre y habrá centenas, miles quienes lo
descalificarán. Intuyo que en el fondo tampoco hay vocación de unidad,
ni capacidad de renunciamiento democrática en los propios ciudadanos. Y,
claro está, este es un capital en favor del MAS. Al descalificar a
todos lo que se tiene como resultado es el fortalecimiento del Gobierno.
Y no olvidemos a esos que se creen candidatos de oposición y ya
adelantan sus candidaturas, a sabiendas que no tienen viabilidad
ciudadana. Pero esos que pueden sacar 1 o 2% de la votación, al ser
muchos, lo que podrían hacer es debilitar las opciones de alguna
oposición viable. Y no olvidemos que el poder apoya y, a veces, hasta
financia a algunos para que la oposición se fragmente y de esa manera
logren sus objetivos de eternizarse en el poder.
Si hay retos para los partidos de oposición, los desafíos son mayores
para la ciudadanía que no quiere vivir con gobiernos autoritarios y,
menos aún, con regímenes dictatoriales.
Carlos Toranzo Roca es economista.