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Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: martes 27 de febrero de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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Comienzan las barricadas de confraternización, se exorcizan miedo y frío con café caliente, y con un enorme sentido de comunidad y encuentro. 2.682.517 millones de votos No del 21F del 2016 toman las esquinas, la plazas y los horizonte de futuro. Se conocen, estrechan manos, reciben nuevos vecinos que cambiaron de opinión y que ahora tampoco quieren que nadie se perpetúe en el poder, se abrazan, presentan a sus hijos, conversan sobre política, cantan, reconstruyen –saludo a saludo, paso a paso– un nosotros ciudadano que demasiado tiempo había estado en el desván de la indiferencia, controlado a siete llaves por el abrumador cotidiano.
El 21F despierta una enorme energía social que toma el país y en algunos lugares es reprimida con violencia por la Policía, pero no se doblega frente a los gases y los palos. Ministros, buzos, infiltrados, comisarios del régimen y los “sordos de alma” comienzan la estrategia de descalificación del movimiento y envenenan la sociedad con el virus de la polarización.
Sueltan la cansada ponzoña de siempre: son los ricos, la derecha, los racistas, los agentes del imperio, son cuatro gatos, no es pueblo. Salen los dardos de la propaganda, que ahora se estrellan en los muros de la indiferencia ciudadana. Para los autoritarios de siempre –que creen tener el monopolio del corazón, de la razón y de la moral– el único horizonte posible es la confrontación, inclusive la guerra, que la anuncian toda vez que se los contraría.
Los dueños del poder perdieron en las urnas, están perdiendo en las calles, pero lo más notable es que fueron expulsados de los surcos de la esperanza, que ahora esperan, fértiles en libertad, nuevas semillas-idea, otras generaciones para construir nuevos sueños. El mensaje de la movilización del 21F fue claro: respeten nuestro voto, respeten la democracia, pero el subtexto también fue contundente: creemos en un futuro mejor pero no con las mismas personas ni con las mismas ideas.
El proyecto MAS es ya el pasado, es un muerto que se olvidó de caer, aunque aún a sus militantes les tome mucho tiempo reconocerlo, son zombis políticos, y como tales se maquillan todos los días para ocultar las fieras arrugas del autoritarismo que necesitan para gobernar.
El imaginario político ya no les pertenece, han encarcelado el futuro en el museo de Orinoca. A nombre de las causas justas que dicen defender –como inclusión, menos pobreza y desarrollo– hipotecaron la esperanza en los bancos de la ideología populista, se gastaron medio Plan Marshal (60.000 millones de dólares) para caminar en los círculos viciosos del modelo primario exportador, cultivaron de manera enfermiza el rentismo, de ciertos grupos sociales, para así, controlar sus almas y bolsillos.
Desinstitucionalizaron el Estado para convertirlo en una máquina de subempleo y fuente de rentas mal habidas, se dedicaron a echarle sal a las heridas de la historia para justificar su medicina. Pero, sin duda, lo más grave de todo es que fracturaron al país, sembraron cotidianamente un odio de clases entre los bolivianos y bolivianas que sólo beneficia su estrategia de quedarse eternamente en el poder.
El 21F más de 2,6 millones de ciudadanos volvieron a repetir que no mintieron en las urnas porque son personas conscientes e inteligentes, y no marionetas de una conspiración. Quien mintió, en esta situación, fue el dueño del poder que dijo que respetaría la voz del pueblo.
Ahora bien, es difícil superar el pantano del populismo, pero el 21F del 2016 y del 2018 fueron los primeros pasos en dirección a la salida. Ahora los militantes de la democracia enfrentan la tarea buscar un nuevo imaginario político para reenamorar a la gente. Se debe construir un abecedario que ayude a reescribir la compleja poesía del reencuentro entre todos y todas.
La primera acción es reconstruir el nosotros ciudadano, que como en un gran juego de espejos también requiere recomponer el nosotros creativo que suelte el alma emprendedora de los trabajadores, innovadores y empresarios; el nosotros productivo que apueste a una verdadera diversificación industrial, y que deje atrás la trampa de los recursos naturales.
El nosotros solidario, que haga de la política social el centro de la política pública en base a una revolución en la salud y la educación; el nosotros democrático, que permita la circulación de ideas y personas; el nosotros justo, que reinvente, desde las bases, la justicia boliviana; el nosotros competitivo, que nos permita jugar en las ligas mayores de la tecnología; el nosotros emancipado, que apuesta que a la libertad en todas sus dimensiones; el nosotros Bolivia que nos haga en la gentileza del día a día.
Esta compleja construcción del nosotros, del reencuentro, de la convergencia generacional, del abrazo amplio e inclusivo, requiere cultivar la savia de la organización, impulsar la fuerza de un liderazgo colectivo, elaborar plan de viaje, conseguir los recursos para el proyecto pero, sobre todo, reinventar la ingeniería del pacto y el dialogo. Volver a creer en la actividad más noble del ser humano, es decir, en la política como la que se hizo este 21F en las calles y plazas de Bolivia. Y, ¿después del 21F, qué? Pues el 22, 23, 24… del resto del año de lucha.