Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 25 de febrero de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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… ¿qué después del 21F?
El pasado miércoles 21 de febrero, cuando asistí a la concentración en defensa del voto y la Constitución en La Paz, tres jóvenes me lanzaron una pregunta a bocajarro: “¿Qué viene después? Ya nos hemos concentrado y ya hemos marchado”.
¡Epa! Antes de responder sin jugar a yatiri, es fundamental destacar el valor que otorgan a la democracia dos tercios de los bolivianos, de los cuales miles salieron a las calles el miércoles porque no admiten que Evo Morales se burle de su decisión expresada a través de su voto, más aun cuando fue él mismo quien solicitó la opinión de los que hoy están indignados, entre quienes figuran incluso una buena parte de aquellos que habían votado sí.
Las últimas concentraciones y encuestas demuestran que la mayoría de los bolivianos concibe la democracia como un acuerdo previo de reglas de juego destinadas a definir cómo se elige a los representantes y por cuánto tiempo, cuándo se decide entre todos y para todos, y cómo se hace cumplir las decisiones colectivas.
Por esta razón, los movilizados no admiten ni conciben que un político, que ocupa circunstancialmente un cargo, rompa unilateralmente las reglas, discutidas entre 2006 y 2008 en una Asamblea Constituyente y acordadas en 2009 en un referendo, sólo por su ambición de poder.
Una persona, sea política o no, que rompe un acuerdo sin consulta previa no puede ser considerada honesta y digna de confianza. Además, si hoy se burla de vos y dejas pasar, mañana lo hará de forma más zafia y afectará tu vida y bloqueará tu felicidad.
Con mayor razón, en democracia hay acuerdos y dos reglas inviolables: 1) la regla de la mayoría; y 2) la regla del voto como institución esencial de la democracia participativa y como mandato del poder constituyente al poder constituido, por lo que no puede ni debe ser desconocido por ningún representante.
Tras esta breve consideración, toca responder: ¿qué después del 21F? Si Morales logra mantenerse como candidato a toda cosa, consumando la violación de la Constitución, el voto y su palabra, y encima gana las elecciones de 2019 (aunque al paso que va perderá en primera vuelta) no querrá dejar el poder ni en 2025, ni en 2030 ni en 2035; saldrá como Fidel Castro.
No es una imaginación mía, lo anunció el propio Morales cuando mencionó, en noviembre pasado, la presidencia vitalicia y le pidió la fórmula del poder eterno al dictador africano Teodor o Obiang Nguema, después de condecorarlo.
De lo que no estoy seguro es si lo hizo por decisión personal o consultó a su círculo más íntimo: Álvaro García, Raúl García, Héctor Arce y Ramón Quintana, quienes, presumo, piensan por los llamados movimientos sociales y los movimientos sociales hablan por ellos.
Haya sido una decisión partidaria o no, todo hace prever que la movilización social persistirá. Cada día, a cada paso, en cada acto, en cada evento, en cada calle, en cada carretera, en cada rincón habrá gente que recordará a Morales que es un “candidato trucho”.
No sé si el jefe de los masistas resistirá la presión de la conciencia pública. Pero sí puedo proyectar que los vocales del Tribunal Supremo Electoral enfrentarán el enorme dilema a la hora de las habilitaciones de las candidaturas. Es muy probable que la presión social los obligue a aplicar los resultados del referendo del 21 de febrero de 2016 e inhabilitar, como manda el imperio de la ley, al candidato masista.
Es posible que la inhabilitación cause una dura reacción callejera de los fanáticos azules, pero a esas alturas del tiempo político, con las encuestas en contra y el desgaste irreversible, carecerá de fuerza social como para cambiar la decisión del TSE.
Entonces, temo que a Evo Morales le quedará sólo el poder y el poder sin legitimidad sólo sirve para ser dictador. ¿Qué vendrá después? La respuesta la tienes vos.
Andrés Gómez Vela es periodista.