Medio: El Diario
Fecha de la publicación: domingo 23 de junio de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La última vez que lo hizo fue hace unos días en la localidad cochabambina de Morochata, donde el tono en el que se dirigió al alcalde no fue precisamente el de un pedido: “Yo sé hermanos que aquí no solamente con el 90%, 100% (de apoyo). Hermano alcalde de Morochata, si me garantizan el 100% (de votos), lo que ustedes pidan el próximo año”, expresó el mandatario.
En abril pasado, el jefe de estado le exigió a un alcalde tarijeño trabajar las 24 horas del día y entregar obras antes de las elecciones generales, hecho que también motivó la protesta de los candidatos opositores que critican el abuso de los bienes públicos en actos proselitistas y en el caso más reciente, el ofrecimiento de obras a cambio de votos, una maniobra que está prohibida por las leyes electorales.
Más allá de la transgresión al ordenamiento jurídico, este tipo de exhortación tiene unos alcances y unas connotaciones entendibles sólo en el marco del autoritarismo que ejerce el oficialismo tanto dentro como fuera de sus filas. Hoy el talante parece más cordial, pero se trata de la misma prepotencia que se usó en la campaña electoral previa a las elecciones subnacionales de 2015, cuando el vicepresidente amenazó con recortar obras y recursos a los municipios donde no gane el oficialismo. Aquel exabrupto recibió el rechazo generalizado de la población que se tradujo también en un duro revés electoral paliado por maniobras fraudulentas que permitieron conservar las gobernaciones del Beni y Chuquisaca.
Precisamente, el mensaje que les está dando el Gobierno a esos alcaldes, a los dirigentes locales, a los funcionarios y movimientos sociales, es el de extremar todo lo posible y lo imposible, lo legal y lo ilícito para obtener una abultada victoria en las urnas. La mejor prueba es lo sucedido hace unos días en Riberalta, donde funcionarios de una entidad pública se estaban dando a la tarea de empadronar ciudadanos para que voten en el departamento de Pando, donde un curul en el senado, un diputado plurinacional o una alcaldía se pueden definir con un puñado de votos.
Lamentablemente, este escenario que de un reguetón se puede pasar a una película del viejo oeste, con las mismas reglas e idéntico estilo, cuenta con la anuencia del Tribunal Supremo Electoral, que parece dispuesto a tolerar todos los abusos que pueda cometer el oficialismo.
El Tribunal Supremo Electoral, que parece dispuesto a tolerar todos los abusos que pueda cometer el oficialismo en la angurria por torcer la voluntad popular.