Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: sábado 24 de febrero de 2018
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Marchas, bloqueos, paros y otros
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El oficialismo —aunque no quieran aceptar sus adherentes— va perdiendo fuerza y hegemonía como partido político que gozaba de todo el respaldo ciudadano. Los errores y omisiones de sus operadores políticos son cuestionados permanentemente por el ciudadano común, creando rechazo y repulsión, porque los oficialistas no quieren admitir que son falibles como todo ser humano.
Para citar algunos casos de estas transgresiones, tenemos el desconocimiento del resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016, la sentencia del Tribunal Constitucional que habilita a Evo Morales y Álvaro García Linera para la cuarta reelección a título de la defensa de los derechos humanos de los gobernantes, la elección de los magistrados con un procedimiento parcializado y cuestionado por la oposición, cuyos resultados del voto nulo y blanco predominaron en las urnas y, de todas maneras, los magistrados fueron posesionados fuera de toda legitimidad que implica tan alta investidura.
Por otra parte, las declaraciones de sus diputados, senadores, ministros insistiendo en el “día de la mentira”, que para el ciudadano común resulta una cantaleta que no tiene sentido. Asimismo, se advierte una rara actitud de celebrar una derrota en referéndum y proclamar un candidato y señalar de todas maneras que “vivos o muertos” se quedarán igual en el Gobierno. En la democracia, los perdedores se someten a lo que dice la mayoría y la mayoría dijo NO.
Finalmente, la persistente idea de la bandera kilométrica en apoyo a la demanda marítima, donde a la enseña tricolor se incluye el color azul a título de expresar el color del mar, utilizando en una campaña política que ya inició el Gobierno con miras a las elecciones de 2019, aún cuando no existe la convocatoria del Tribunal Supremo Electoral y se apresuran en proclamar a su candidato violando la Constitución Política del Estado, atentando en contra la democracia a título del “pueblo” que exige su repostulación.
Por su parte, la oposición continúa fragmentada y sin posibilidades de crear consensos en torno a un candidato de unidad para enfrentar al oficialismo. Los partidos tradicionales prácticamente perdieron vigencia y que, si insisten en postular a sus propios candidatos, no tendrán ni suerte ni respaldo del voto ciudadano, porque no inspiran confianza ni credibilidad. Las encuestas y la percepción ciudadana son un buen parámetro de lo que les espera, si deciden participar de unas elecciones que requiere renovación y de figuras políticas que son cuestionados por su pasado político.
El surgimiento de la oposición ciudadana —insisto, sin partido político y sin candidato— no es fruto del trabajo que desarrolla la oposición de partidos políticos que cuestionan el accionar del Gobierno ni es fruto de sus líderes que también crean cierto descontento cuando aparecen en los medios de comunicación. La ciudadanía organizada en plataformas, colectivos, agrupaciones sociales, despiertan y asumen la tarea de aglutinar el descontento creado por el actual Gobierno. Esta nueva fuerza representativa, que de momento no dispone de un líder, tiene que ser portador del surgimiento de un bloque político que permita apoyar un candidato de consenso y de unidad, por el bien de la democracia y del país.