Medio: La Razón
Fecha de la publicación: domingo 25 de febrero de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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A su vez, el Gobierno, el mismo día en La Paz y en otras ciudades, y en la víspera en Santa Cruz, organizó masivas concentraciones que en respuesta al “No” del paro cívico celebraron la ya anunciada repostulación del Presidente para un nuevo mandato entre 2020 y 2025. El resultado práctico es que las personas han comenzado a situarse en los polos y menudean las descalificaciones e insultos mutuos.
Las autoridades gubernamentales hicieron una comparación simple del tamaño de las multitudes reunidas en torno a una y otra posición (en el caso de La Paz, en San Francisco y en la Plaza del Bicentenario) para concluir que los opositores a la repostulación son una minoría, dando la espalda al hecho que, guste o no, la mitad de la población votante dijo no a la pregunta del referéndum de febrero de 2016 y que gran parte de esa gente está dispuesta a manifestarse en defensa de su posición.
Entretanto, los dirigentes de los partidos opositores hicieron esfuerzos por hacerse visibles durante el paro, alentando a los bloqueadores y marchando a la cabeza de las columnas que se dirigían a las concentraciones de la tarde. Al parecer, ellos también han decidido ignorar que una parte importante de la población espera la emergencia de nuevos liderazgos, como lo evidencian algunas encuestas de reciente data.
En el proceso, el racismo, vieja tara de la sociedad boliviana, está emergiendo con renovada fuerza. En algunos casos acicateada por los discursos políticos de quienes saben que la identificación étnico cultural sigue siendo un poderoso galvanizador de apoyo al Presidente del Estado. Y en otros, por quienes en su pobreza mental identifican los males de la sociedad y de la política únicamente con aquellos que tienen la piel más oscura. Ambas posiciones están equivocadas y son profundamente peligrosas.
Como ya se señaló en este mismo espacio el lunes pasado, el problema con las movilizaciones del 21 de febrero no está en la capacidad de convocatoria de las organizaciones y colectivos ciudadanos (que en la práctica hacen lo que la sociología, sobre todo sus corrientes marxistas, dice que hace la sociedad civil), sino en la falta de alternativas para el futuro inmediato y mucho más para el mediano y largo plazos.
Resulta, pues, urgente encontrar nuevos cauces para la expresión democrática de los apoyos y disidencias, ya que la historia ha demostrado abundantemente que la polarización de la sociedad, lejos de ayudar a construir alternativas democráticas, depaupera la pacífica convivencia y amenaza la estabilidad.