Medio: El Deber
Fecha de la publicación: viernes 23 de febrero de 2018
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Problemas de gobernabilidad
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Desde entonces venimos debatiendo los pros y los contras de las redes sociales como medios para propagar mensajes de apertura democrática o, por el contrario, su impacto negativo sobre los procesos políticos, sociales y culturales de esta “post modernidad líquida” que vivimos en pleno siglo XXI.
Durante la campaña presidencial de 2016, servicios de inteligencia rusos utilizaron cientos de cuentas falsas para hacer campaña contra Hillary Clinton, bajo presunto acuerdo con los equipos del ahora presidente Donald Trump. Se propagaron rumores y noticias falsas que pudieron afectar el resultado electoral. ¿Clinton hubiese perdido la elección sin aquellas campañas sucias en las redes sociales? Probablemente sí, porque ella representaba al establishment político que gran parte del electorado de las clases media y trabajadora resistía y que terminó volcándose a favor del magnate de Nueva York. Pero las redes potenciaron ese proceso perniciosamente.
En el primer caso hubo un efecto positivo, pro democracia, matizando que había, en Túnez como en los otros países árabes, condiciones sociales y políticas que abonaron la posterior eclosión social.
En el segundo caso, las redes fueron utilizadas con fines no democráticos. Hoy Facebook y Google han reconocido que sus plataformas pudieron haber sido utilizadas y son todavía usadas por organizaciones que propugnan el quiebre de las reglas democráticas, el racismo y la trata de personas, entre otros males.
¿Las redes sociales lo pueden todo? En Bolivia se instaló el debate por la denuncia del Gobierno en sentido de que, a través de las redes sociales se están propagando mensajes que apuntan al derrocamiento de Evo Morales y que muestran la cara más racista y autoritaria del país. Sin embargo, como dice el analista Gustavo Pedraza, el Ejecutivo pareciera ver fantasmas donde solo hay un malestar social con la decisión de Morales de mantenerse en el poder a través de una habilitación a la reelección que rompe la Constitución y sacude la convivencia social y política.
Las redes sociales no son la panacea ni el infierno tan temido. Apenas son medios a través de los cuales se expresan los ciudadanos, para bien y para mal. Lo que vemos en internet es reflejo de lo que somos como sociedad. No todo lo que se publica en las redes es verdadero ni constructivo.
Si queremos que cambien, tendremos que cambiar como sociedad. Un control estatal de las redes sociales no parece ser el mejor camino ni el más realista. La educación y la autorregulación siguen siendo las formas más adecuadas de mejorar nuestras omnipresentes redes sociales.