Medio: El País
Fecha de la publicación: martes 11 de junio de 2019
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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Las marchas en lunes no acaban de salir tan bien como se planifican. Tal vez ningún día de la semana, lo que no quiere decir que la causa no tenga razón de ser. Una buena cantidad de personas salió a las calles para condenar y exigir la renuncia de los vocales electorales, bajo sospecha de no neutralidad. Una no neutralidad que a juicio de los opositores, y de muchos observadores internacionales, quedó en evidencia el día en que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) decidió aceptar sin mayor trámite ni consulta la candidatura del Presidente Evo Morales para buscar el tercer periodo de mandato consecutivo al margen de la letra de la Constitución y al margen de los resultados del 21 de febrero.
Los sondeos no son halagüeños para ningún frente, que antes de reconocer los errores de la estrategia prefieren proclamar desde bien pronto que habrá fraude en lugar de buscar soluciones más factibles y en sus propias manos.
Si alguien hubiera querido cuidar al árbitro en aquel momento, lo más prudente hubiera sido, como mínimo, mandar la consulta al Tribunal Constitucional. Lo más valiente, inhabilitar al Presidente y que este hubiera tenido que acudir de nuevo al TCP para que este órgano exigiera la inscripción. El Constitucional estaba quemado y el Electoral, clave al fin y al cabo en las elecciones de octubre quedaba limpio… pero ni eso.
A la oposición le ha fallado la estrategia internacional luego del fiasco en Venezuela y de las lapidarias declaraciones del secretario General de la OEA, Luis Almagro, que al final ha venido a reconocer que el papel de Evo Morales en la región es el que más conviene para la paz y la estabilidad, pues el masismo hace tiempo que abandonó el rol soberanista revolucionario y no tiene problemas en sentarse con Mauricio Macri, estrechar las manos de Jair Bolsonaro y celebrar con los compañeros de la Comunidad Andina de Naciones, todos ellos muy pro Tratado.
Los sondeos no son halagüeños para ningún frente, que antes de reconocer los errores de la estrategia prefieren proclamar desde bien pronto que habrá fraude en lugar de buscar soluciones más factibles y en sus propias manos.
El sistema electoral boliviano es uno de los más seguros del mundo, en la medida en que se garantice un control social real. No hay nada electrónico. Todo es manual y con las puertas abiertas. Basta con tener uno o dos o tres delegados por mesa, en todas las mesas. No debería parecer imposible para quienes pretendan gobernar el país. El resto es caminar hacia una confrontación que anticipa catástrofe.