Medio: El Potosí
Fecha de la publicación: jueves 22 de febrero de 2018
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Problemas de gobernabilidad
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EDITORIAL
La voluntad ciudadana en las urnas y en las calles
Hace dos años, el 21 de febrero de 2016, 5.490.919 personas, 84,45 por ciento de las registradas en el padrón electoral, pasando por encima de cualquier discrepancia de orden político o ideológico, se dieron cita en las urnas para tomar entre todos una decisión. Había que decidir si se haría o no haría lo necesario “para que la presidenta o presidente y la vicepresidenta o vicepresidente del Estado puedan ser reelectas o reelectos por dos veces de manera continua". Como se daba por supuesto que el nuestro es un país regido por una Constitución Política del Estado, como lógica consecuencia se convocó a la ciudadanía para que se pronuncie a favor o en contra de modificar el Artículo 168.
El resultado arrojado por las urnas fue categórico. 2.682.517 personas rechazaron la posibilidad de que los actuales mandatarios puedan aspirar a una nueva gestión presidencial y vicepresidencial. Y si bien fue también muy numerosa la cantidad de quienes respaldaron esa posibilidad, lo cierto es que se impuso el voto contrario a la reelección.
Ante tales resultados, cabía esperar que con el referendo se diera por cerrado ese capítulo de la historia y tanto las fuerzas oficialistas como sus adversarias dirigieran su atención y sus esfuerzos hacia la siguiente contienda electoral, la de diciembre de 2019, que es cuando los bolivianos elegiremos a quienes Evo Morales y Álvaro García Linera tendrán que transmitir el mando en enero de 2020.
Ese resultado abrió la esperanzadora posibilidad de que el futuro económico, político y social de nuestro país no quede sujeto a las cualidades o defectos de uno o dos personajes sino de la solidez de las instituciones, de la voluntad, posibilidades y limitaciones de toda la sociedad.
En tales circunstancias, lo razonable hubiera sido que el Movimiento al Socialismo asuma las consecuencias de su derrota, acate la voluntad popular y haga cuanto fuese necesario para llenar el vacío dejado por el obligatorio repliegue de su líder principal. Pero optó por el camino contrario, lo que ahora se cierne como una temible amenaza no sólo sobre la estabilidad de nuestro sistema democrático sino también, y sobre todo, sobre el futuro del MAS y el proceso político que encabeza desde hace 12 años.
Con esos antecedentes, el mensaje dado ayer por quienes salieron en defensa de su voluntad expresada en las urnas hace dos años no puede ni debe ser desoído. Hacerlo, como pretenden algunas corrientes en las filas gubernamentales, puede conducir a nuestro país hacia un futuro indeseable.