Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 22 de febrero de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
En la jornada de ayer, el Gobierno tenía la convicción de que no debía dejarse arrebatar su principal arma de lucha. Las movilizaciones del día anterior a favor de la repostulación presidencial se volvieron un triste remedo de las gigantescas convocatorias que hacía el oficialismo en el pasado y que ahora no logra emular ni siquiera con los vigorosos despliegues de recursos y de la logística estatal, muy hábil para acarrear adeptos.
Los intentos por boicotear el paro cívico nacional, las amenazas de la Policía y la puesta en marcha de operativos de confrontación fueron estériles, pues se estrellaron con la misma convicción ciudadana que ha estado ganando las calles durante los últimos meses, ante un aparato estatal y partidario que carece de argumentos para defender el “proceso de cambio”, que ya no ilusiona a las masas y que no tiene cómo respaldar las absurdas posturas pseudojurídicas que amparan la reelección indefinida y que buscan desconocer la voluntad popular expresada hace dos años.
La tozudez de las autoridades y la prepotencia con la que ha estado enfrentándose a los que defienden la constitución y la democracia, no harán más que avivar el descontento, disminuir el apoyo popular de los conductores gubernamentales y obviamente, harán crecer las manifestaciones callejeras, con la posibilidad de que también se incremente el riesgo de violencia. Precisamente lo de Oruro surge como un detonante que algún aventurero de uno u otro bando ha querido activar, mientras que en el sentimiento de la ciudadanía no existe más que la voluntad de continuar insistiendo a través de la resistencia pacífica. Desde nuestro punto de vista, ese aspecto no debería cambiar por más provocaciones que se inventen ciertos facinerosos muy ilustres al servicio del régimen que ayer salieron a las calles a buscar cómo pescar en río revuelto.
Ha quedado plasmado en todas las expresiones ciudadanas como la de este 21F, que la calle ya no es un espacio dominado por el oficialismo y ni siquiera el uso de la fuerza represiva que tiene a su disposición a través del control de las instituciones uniformadas y el aparato judicial, serán capaces de frenar la conducta de la gente impulsada por la convicción, el consenso y la plena certeza de que el país no debe desandar el camino de la democracia y menos involucionar hacia la autocracia, la dictadura o cualquier forma de autoritarismo que tanto daño le han hecho a Bolivia en el pasado.
La calle ya no es un espacio dominado por el oficialismo y ni siquiera el uso de la fuerza represiva serán capaces de frenar la conducta de la gente impulsada por la convicción, el consenso y la plena certeza de que el país no debe desandar el camino de la democracia.