El régimen trajo del jopo a Luis Almagro al país, lo metió en el Chapare, lo hizo masticar coca y bailar cueca y se los estrujó en la cara a los que hasta ayer pensaban que el futuro de la democracia boliviana se definirá en los escenarios internacionales. Ni siquiera Venezuela con todo el oprobio que lleva encima ha cambiado de rumbo, pese a toda la presión, las sanciones y el arsenal diplomático que se ha estrellado contra la dictadura de Nicolás Maduro. Lo más cerca que ha estado el Chavismo de caer ha sido cuando el pueblo se levantó y copó masivamente las calles y para los que sueñan con una intervención armada de Estados Unidos, esto solo sucederá cuando los intereses de la potencia estén seriamente amenazados, como pasó en Panamá en 1989.

De pronto los opositores han descubierto que la lucha por el 21F fue abandonada vergonzosamente, que fue reducida a la redacción de cartas a la CIDH, a Trump o a San Pedro, mientras el régimen hace un trabajo de relojería en el Tribunal Supremo Electoral, donde ya nadie reclama por el desmantelamiento, la manipulación y el gigantesco fraude que se está preparando, ahora con el aval de la OEA, que ya tiene un papel firmado para enviar una misión de observación que sabe muy bien cómo hacer la vista gorda con todas las irregularidades que se han cometido en comicios pasados. El zapateo de Almagro hace pensar que esta vez la dosis de connivencia será mucho mayor y la oposición se quedará con los crespos hechos, haciendo cálculos de curules, segundas vueltas y de lo que pueden ganar buscando cómo sacarle provecho al caso Montenegro.

La oposición tiene una amplia agenda para discutir cómo unificar programas, establecer puntos de coincidencia y conformar un plan de acción, pero sobre todo, tiene mucho para reprocharse sobre lo que está dejando de hacer para defender la democracia, la voluntad popular y la constitución. Con esta actitud, no sólo le han hecho un flaco favor al Estado de Derecho, sino que justamente han facilitado los planes del oficialismo y lo han ayudado a recuperar buena parte de la imagen negativa que había acumulado, cuando los médicos, las plataformas, las mujeres y los jóvenes tomaron las calles y las redes sociales para mostrarle al país lo que está ocurriendo con el país.

Tal vez este remezón les ayude a entender mejor sobre la cultura política con la que están lidiando y especialmente a sintonizarse con las aspiraciones ciudadanas que siempre se han inclinado a favor de la unidad. Eso está estampado en los resultados del Referéndum del 21F, algo que se olvida con frecuencia.

El régimen trajo del jopo a Luis Almagro al país, lo metió en el Chapare, lo hizo masticar coca y bailar cueca y se los estrujó en la cara a los que hasta ayer pensaban que el futuro de la democracia boliviana se definirá en los escenarios internacionales.