Uno de los eventos políticos más importantes de los últimos años ocurrió el 21 de febrero de 2016, cuando la mayoría de los votantes del país rechazaron una reforma constitucional que le hubiera permitido al presidente Evo Morales candidatear para un cuarto mandato consecutivo.

editorial

Hoy es el segundo aniversario del 21F

Pese a la reconocida talla electoral de Morales, pese a sus victorias anteriores e incluso pese a un primer fallo favorable de La Haya sobre la demanda marítima boliviana, la mayoría de los electores simplemente denegó la estrategia oficialista de permanencia indefinida en el poder. Muchos ciudadanos reconocen virtudes en la gestión de gobierno de Morales, pero no por ello estuvieron dispuestos a respaldar un intento claro de continuismo.

El Presidente, en sentido contrario de lo que dijo que haría, decidió anular el acto electoral completo del 21F, en el que participaron más de cinco millones de personas. Esa votación popular fue desconocida a pesar de los compromisos previos y la estocada final llegó cuando se conoció que el Tribunal Constitucional (TCP), que el régimen controla, aprobó el fallo que autoriza a Morales a volver a postular de manera indefinida a la presidencia del país, supuestamente debido a que sus “derechos humanos” están por encima de las limitaciones a la reelección contenidas en la Carta Magna.

Es así que la negativa de Morales de aceptar el voto popular y renunciar a su candidatura ha convertido al 21F en un símbolo de la democracia. Desde que se hizo público el fallo del TCP, el descontento popular y las manifestaciones son  masivas; se trata de una población que le ha perdido el miedo a un Gobierno que parece cada vez más ensimismado y presa de la ofuscación.

Hoy se cumplen dos años desde el referéndum de 2016 y las fuerzas contrarias al régimen parecen haberse multiplicado, ampliado a nuevos sectores, abarcado a todo el territorio nacional y demostrado más valentía a la vez que entusiasmo y creatividad. Para esta jornada está prevista la realización de un paro cívico nacional contra el Gobierno, el primero en 12 años de gestión de Morales, y de manifestaciones en las ciudades principales, intermedias y pequeñas.

Esta jornada ha sido organizada por un sinnúmero de plataformas ciudadanas, entidades sociales, entes gremiales, grupos profesionales y partidos políticos, que han sabido deponer sus diferencias, por lo menos temporalmente, en aras de la realización de una exitosa movilización a favor de la democracia. Todo lo motoriza una idea enormemente legítima y vital: el voto popular no puede ser desechado. Y por eso Morales no puede ser candidato en 2019.