Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 21 de febrero de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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El Tribunal Supremo Electoral en su hora crucial
De entre estos órganos el Legislativo y el Judicial, representado por el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), no cuentan ya como actores para una solución al dilema: aquél, porque su mayoría es marioneta del Ejecutivo, y éste por obsecuente, pues en temas que hacen a Morales, sentencia según lo que le faxean desde La Paz.
Del Poder Ejecutivo ni hablar, pues pasa que su cabeza, Evo Morales, si bien no es marioneta ni obsecuente, ha acabado preso de una enfermiza relación con el poder; en otras palabras, lo suyo ha dejado el campo de la natural ambición de todo político por el poder, para pasar a ser un tema de garrapatismo compulsivo por el trono, que ya es más tema de siquiatría que de ciencia política.
En beneficio de Evo habrá que reconocer que no es la primera vez que un líder acaba en situación terapéutica, y que si bien hacerse hacer un museo estando vivo ya fue un síntoma evidente del trastorno referido, eso de lejos es más suave que las extravagancias de otros líderes arrebatados, como las de Gadafi que exigía una guardia personal con 30 damas certificadamente vírgenes.
Sí, el mismo Gadafi que en 2003 le diera a Morales un premio por los
derechos humanos, probablemente incluyendo el derecho humano que ya
sabemos. Queda pues sólo el tribunal supremo electoral (TSE) como
posible dirimidor. De él depende que Bolivia vuelva a la órbita de
legalidad, frenando el intento de Morales por participar a como dé lugar
en las elecciones de 2019.
A los vocales les cae una tarea de enorme peso moral, no sólo legal.
Legal porque simple y llanamente, como lo han recordado pertinentemente
la presidenta del TSE Uriona y el vocal Exeni, “los referendos son de
cumplimiento obligatorio” y eso implica que aunque bajara Dios para
ratificar la estupidez de que la reelección sería un derecho humano,
primero tiene que consumarse el que en 2019 el Jiliri Irpiri no pueda
re- re- postularse. El TSE está obligado por el ordenamiento vigente a
rechazar su inscripción como candidato.
Para sustentar este rechazo, los vocales ni siquiera tienen que entrar
al debate sobre el evidente vicio procesal y material en el que
incurrieron los tunantes del TCP al emitir su fallo de marras. Es
suficiente que esgriman los artículos 15 de la Ley 026, 23 de la Ley
018 y el 235 de la Constitución, que los conminan a actuar confirme a
derecho.
Decía, sin embargo, que no es sólo un tema legal, sino moral. Si los vocales no optaran por enderezar las cosas, no sólo serán susceptibles de juicios por haber ido contra la normativa, sino que, sin su mediación, es probable que la crisis a la que ha llevado el capricho de Morales pueda desembocar en violencia y, en el peor de los casos, en pérdida de vidas.
Es cierto que no se puede subestimar la intríngulis en la que se hallan
inmersos los vocales. Su actitud hasta ahora cauta es incluso
relativamente entendible. Por un lado, no hay que descartar que estén
esperando que sea el mismo Morales el que acabe entrando en razón. O que
más de uno de ellos esté genuinamente desorientado por las mañudas
explicaciones legalistas del jurista de la Corona, el Ministro de
Justicia, que los engatusa disfrazando el atropello masista de algo que
“se enmarca a derecho”.
Tampoco se puede descartar que algún vocal crea de buena fe que
democracia es que un indígena gobierne o que significa una pluralidad de
tipos de democracias; o qué se yo, sin darse cuenta que la democracia
es primero un sistema que basa el cambio de gobernantes sobre reglas que
no se pueden cambiar a gusto del príncipe.
No es, por tanto, justo prejuzgar de entrada y suponer que si al final
lo vocales se quebrarán, habrá sido por mero oportunismo, militancia o
cobardía; por lo menos no en el caso de los vocales, sobre los que la
opinión pública conoce su respetable trayectoria. Sea como fuera, si
los vocales finalmente sucumben, habrán abierto la posibilidad de una
salida insurreccional legítima que, en un futuro, debería además ser
legal, habida cuenta de que nunca faltarán los caudillos frenéticos que
no se van por la buenas.
En efecto, la nueva Constitución que sustituya a la actual debe
constitucionalizar el principio que una vigente y respetada Constitución
europea hoy contiene, a saber, que “contra cualquiera que intente
eliminar (el) orden (constitucional) todos... tienen el derecho de
resistencia cuando no fuere posible otro recurso”. Eso sí: si el TSE no
viabiliza a tiempo la solución pacífica a la debacle
macro-institucional, a la que nos ha arrastrado la hibris de Morales, y
la insurrección prospera, ésta se llevará por delante al presidente
fastidioso y a los desidiosos vocales, en uno.
Franz Xavier Barrios Suvelza es economista.