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Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 21 de febrero de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Desde la acera de enfrente
El papel de las mujeres en el 21F
Claro que sumo mi minúscula voz a la gran voz colectiva, que desde todas las esquinas pide y exige lo más básico: respeto al voto. Claro que me sumo a la voz colectiva que se indigna cuando nos quieren hacer tragar que perpetuarse y aferrarse al poder como garrapa es un derecho humano. Pero no quiero dejar de pedirles me acompañen en el esfuerzo de ubicar en este dilema político del 21F el papel de las mujeres y la forma cómo el 21F representa también un modelo de la relación hombre/mujer, contra el cual nos sublevamos como feministas en nombre de la dignidad de las mujeres.
Les extrañará la propuesta de este análisis a quienes creen que el 21F nada tiene que ver con esto.
Algunos pensarán que como desubicada que soy, en un contexto donde el problema es otro, yo busco el ángulo de las mujeres en una historia política en la que la cuestión del lugar de las mujeres no tiene ninguna relevancia.
La historia del 21F tiene dos personajes principales: Gabriela Zapata y
Evo Morales, dos personajes que funcionan como íconos políticos que
estructuran un relato que nos afecta a todos y todas.
Evo como el caudillo redentor irreemplazable y Gabriela Zapata como la
Eva pecadora, culpable de haber tentado al inocente Adán y haberlo
empujado a su derrota.
Adán, o sea Evo, culpa a Gabriela Zapata, o sea Eva, ordena que el
castigo recaiga sobre ella para lavarle su reputación, no de buen hombre
o de buen padre, sino su reputación de hombre no corrupto.
Ella sí era corrupta, sí era culpable y quiso tentar al inocente Adán, él no. Él era inocente y su único pecado fue dejarse engañar. Para cumplir este destructivo relato, Gabriela Zapata está en la cárcel (al menos supuestamente) y aún no sabemos por qué. No sabemos si es por haber tenido un hijo con Evo Morales, por haber tenido relaciones sexuales con él cuando ella tenía 18 años, o por haber ascendido socialmente gracias a esas relaciones sexuales.
¿Cuál el primer mensaje de la historia? El sexo nos mancha como
mujeres porque nos convierte en putas, pero el sexo no mancha a los
hombres sino que los dota de poder viril; por eso una mujer a los ojos
de un hombre, cuando ya no es necesaria, se convierte en “cara
conocida”, mientras que la mujer juega el papel de “abandonada”. Eso es
lo que vivimos todos los días las mujeres bolivianas y estamos de esto
simplemente hartas.
Segundo mensaje. No sabemos si el hijo existe o no, pero si existe se
suma a la gran fila de hijos bastardos que suma la historia de Bolivia.
Hijos e hijas de hombres poderosos que han abusado de su poder para
negar y ocultar paternidades, para evadir responsabilidades o para
humillar a las madres.
Lo cierto es que la historia es turbia, no hay transparencia, ni relato aceptable. La madre es y siempre será culpable. El hombre puede haber engendrado un niño y no saber si está vivo o muerto, pero es la madre la que será vigilada, despojada de sus derechos y juzgada socialmente.
No queremos un hombre, ya no impune, sino inmune a la paternidad
irresponsable, al abuso de poder y al chantaje; queremos que ningún
hombre pueda decir: “Dénmelo me lo voy a recoger”, como si los niños y
las niñas fueran una cosa. Y en este contexto, resulta que es subversivo
preguntarle a Evo Morales dónde están tus hijos y tus hijas, ¿quiénes
son y por qué les niegas el derecho a la identidad básica de paternidad y
maternidad?
Tercer mensaje. Por último está la presentación de Evo Morales
encaramado en trono mítico de salvador y caudillo. Como hombre casado
con Bolivia, como hombre forjador de la historia. Ese es el lugar que
los hombres históricamente han asumido como monopolio masculino y como
justificación para ejercer abuso de poder. No queremos un país donde un
hombre, bajo ninguna circunstancia y bajo ninguna características, se
presente como el salvador y único gobernante válido. No queremos un país
donde la palabra de un hombre se convierta en ley, donde su capricho se
convierta en verdad.
No queremos y no necesitamos caudillos.
Evo Morales fue un hombre circunstancial a la revuelta de octubre del
2003; hoy, en 2018, hay Evos y Evas por montones; mujeres y hombres que
pueden ocupar su lugar y hacerlo mejor, cometer sus propios errores
pero, sobre todo, posibilitar que ningún caudillo se convierta en un
nuevo dictador de este país.
María Galindo es miembro de Mujeres Creando.