Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 16 de mayo de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Al frente, con un comportamiento electoral absolutamente disímil, estaría el “voto duro” antimasista. Este tercio, nunca votó y tampoco lo haría por Evo Morales. Está compuesto por “sobras” de la antigua “casta señorial”, clases privilegiadas de ingresos altos y clases medías altas. Tienen en su imaginario otra visión de país al que proclama el “proceso de cambio”, con expresiones y resabios racistas de la Colonia.
El otro tercio, de comportamiento electoral volátil, está compuesto por el conglomerado de las clases medias de los centros urbanos, asentadas en las ciudades capitales. Sus niveles de educación y cultura son relativamente expectables, lo que les permite percibir y entender la política con relativa soltura. Este electorado, que en su composición es el más heterogéneo, posibilito en las elecciones del 2005, la asunción de Evo Morales. Su apoyo al proyecto masista se produjo más por el descontento y rechazo a los políticos tradicionales de la desgastada “democracia pactada”. Este apoyo, aunque motivados por otras circunstancias, como la extraordinaria bonanza económica que experimento el país hasta el 2014, se ratificó en las elecciones del 2009 y 2014. Este electorado, altamente sensible, es, como se ve, de vital importancia para el proyecto oficialista de reproducción del poder.
Desde el 2015, este tercio, sin embargo, comienza a manifestar signos de enfado y descontento. Confluyen, en este proceso, la megacorrupción, la manipulación de la justicia, el excesivo y descarado abuso del poder. Ese descontento se expresará en la consulta popular del 21F, convertido en punto de inflexión. Pues, desde aquel resultado y la tacita negativa del régimen a cumplir lo expresado en las urnas, se va fraguando un sistemático y recalcitrante rechazo, provocando la irrupción de varias plataformas ciudadanas, que lideraron el movimiento “antievista” en las calles de las ciudades. Las manifestaciones negativas y de censura, de este tercio, al régimen y al no cumplimiento de los resultados del 21F, comienzan a expresarse en eventos públicos, como en la inauguración de los Juegos de ODESUR, los actos de la efeméride patria en Potosí y los desfiles cívicos de Cochabamba y Santa Cruz. Además, en todos los actos donde eventualmente se anuncia la presencia del presidente, quien ahora ya no es digno de caminar libremente en las calles, como cuando gozaba de alta legitimidad. Ahora es preciso, mínimo, tres cordones de seguridad.
Más allá de las calles, este tercio del electorado, tiene como espacio privilegiado para sus interacciones políticas a las redes sociales, lugar donde expresa su repulsa al régimen a través de la publicación de memes y compartiendo todo lo que eventualmente coincida con su postura “antievista”. Dada su formación y nivel de educación, no tolera la tozuda posición del presidente, así como sus mentiras y peor aún que no respete su palabra.
Ahora, es muy probable que, en los sondeos sobre preferencias electorales, su posición esté disfrazada en el gran porcentaje de indecisos, esperando, independientemente de los discursos y propuestas programáticas, cuál de los candidatos se posesiona como la verdadera y potencial opción para hacerle frente al oficialismo.
La verdadera batalla electoral, entonces, se librará en este tercio. En su estrategia electoral, en el oficialismo, ya hay señales orientadas a recuperar a este electorado. Tarea, por cierto, altamente complicada.
Por su parte, Carlos Mesa, para ganarse la adhesión de este tercio, lo único que debe hacer es posesionarse como el mejor candidato de oposición y polarizar el escenario.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón