Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: domingo 12 de mayo de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Nadie debe olvidar, y menos desdeñar, que el ciudadano, único depositario de la soberanía popular, única voluntad que justifica incluso la existencia del país, impuso su criterio al respecto con un magnífico 51,3%. Es decir: mayoría absoluta. Al binomio no le importó ni le importa. Como el mago que inventa un conejo orejudo en la copa profunda de su sombrero, algunos abogados oficialistas sacaron el ridículo de la “postulación eterna” como derecho humano. Adiós a la alternancia, adiós a la fiscalización, a las nuevas sensibilidades y pensamientos que siempre llegan de la mano de las nuevas generaciones. ¿Acaso no es más fácil ganar elecciones cooptando o subordinando a todo el aparataje estatal? ¿Y acaso las campañas con dinero fiscal no son harto generosas? Repostularse sin límite significa ganar sin límite. El Castrismo de sesenta años en Cuba es el mejor ejemplo.
¿Por qué la democracia ha entrado en cuestión? Porque aquellos que perdieron la consulta del 21F (48,7%) se consideran el pueblo genuino y piensan que la mayoría absoluta no lo es.
No sólo eso: porque entienden que la democracia vinculada al “proceso de cambio” es la única de verdad. No aceptan el fundamento de la mayoría absoluta. Tampoco consideran que siempre es posible estar mejor cuanto más respetuosos seamos con las leyes y con el prójimo. Están absolutamente obnubilados: proceso de cambio, revolución cultural en democracia y democracia intercultural. Claro, pero mientras tanto se piensa en el bicentenario de la República (continuidad), no se han modificado las conductas (pululan las mentiras y la corrupción) y los pueblos originarios dan de manotazos para que se les respete las tierras de origen, su autonomía y se los deje de macanear con el desarrollismo que hace trizas a la Pachamama. No, no tienen ojos para ver nada de esto. Ellos piensan que encarnan la verdad, el progreso y que nos conducen de la mano al bienestar.
Apenas se consolidó el irrespeto a los resultados del 21F, a todos nos ha asaltado la duda: ¿por qué debemos pensar que respetarán los resultados de las próximas elecciones? No se ha respetado el artículo transitorio de la Constitución ni se ha respetado la voluntad mayoritaria del soberano. ¿Por qué se debe tener esa confianza? Cuando sueltos de cuerpo afirman: “que se defina en urnas”, el boliviano piensa en los antecedentes desprovistos de toda caballerosidad y formalidad. No sólo que incumplen su palabra, que es el bochorno mayor en el que incurre una persona, sino que además siguen absorbiendo los controles antimayoritarios, como bien llama la ciencia política al Órgano Electoral, por ejemplo.
Con esas condiciones de ventaja abogan indicando que no es posible poner límite alguno a los derechos humanos. Entonces ¿qué es lo que piensan de los mínimos de edad que se requieren para ser concejales, diputados o senadores? ¿Un atropello a los derechos humanos? ¿Qué es lo que piensan de los reglamentos de cualquier institución que exige perfiles académicos al ciudadano que postula a ciertos cargos? ¿Acaso no es mejor que sea así? La repostulación indefinida ha dado lugar a que el espectro oscuro de la dictadura aparezca en las charlas de todos los bolivianos. Hay un temor creciente al respecto que además se lo refrenda con conductas autoritarias que caracterizan al Gobierno.
Como parte de esta situación, existe un numeroso criterio que indica que nadie debería participar de las elecciones nacionales porque es hacer juego a las pretensiones ilegales del oficialismo. Seguramente piensan que ante la ausencia de contrincantes la vergüenza y el rubor han de frenarlos en sus aspiraciones. Bueno, a mí me parece una ingenuidad tan grande como pensar que respetarán los resultados (seguramente han olvidado lo sucedido en Venezuela).
La ciudadanía boliviana, creo que en términos mayoritarios, piensa que nadie debe olvidar el 21F y nadie debe descuidar las elecciones de octubre. El gobierno se engaña si piensa que esto último significa la aceptación de su candidatura. No lo es, de ninguna manera. Es una batalla más que han de librar los bolivianos para consolidar a plenitud la democracia. Cuando por fin se lo logre, el espectro desaparecerá.