Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: sábado 11 de mayo de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Y para hablar de esto hay que recurrir a los evangelios para decir que quien esté libre de pecado tire la primera piedra. Puede ser que algún sinvergüenza lo haga pero la verdad es que, si de campañas se trata, nada ni nadie se libran de la guerra sucia.
Lo triste es que la batalla de mayor intensidad, por ahora, se libra por el estigma del que el país no puede librarse pese al paso de los años, el narcotráfico.
Las revelaciones sobre los vínculos del excoronel de policía Gonzalo Medina y el excapitán Fernando Moreira con el narcotráfico los han convertido en el epicentro de un sismo que está remeciendo las estructuras de las fuerzas políticas que se enfrentan en esta coyuntura electoral.
Y de lo que hablamos no es de “narcovínculos” sino de uno de sus efectos: las acusaciones y contraacusaciones entre oficialistas y opositores.
¿Quién tiró la primera piedra? Decir que fue el oficialismo, porque una diputada insiste en complicar en el asunto al candidato Carlos Mesa, sería mentir o, cuando menos, exagerar. Si se revisa los medios de comunicación, particularmente las poco fiables redes sociales, se encontrará que las fuerzas de oposición, mimetizadas –también– detrás de cuentas falsas, han regado la versión de que el Gobierno está involucrado con el narcotráfico. Es más, son centenares, si no miles, las acusaciones directas de que altas autoridades del Estado son narcotraficantes. ¿Aportan alguna prueba sólida que lo respalde? Ni una sola.
Pero, si de agresiones verbales se trata, el Gobierno no es precisamente de los que ponen la otra mejilla. Al margen de la sañuda campaña de la diputada Rivero, no pasan inadvertidas, por su alta investidura, las palabras del Presidente del Estado en relación a la familia de un candidato opositor. “La familia de Carlos Mesa ya es un evasor confeso”, señaló el Primer Mandatario y mereció la inmediata réplica del aludido.
Es una cuestión de elemental ética. Cuando peleas o formas parte de algún tipo de confrontación, no tienes por qué involucrar a la familia de nadie. Tu adversario es tu adversario, no sus padres, hermanos, cónyuges o hijos. En este caso, las palabras del Presidente tienen dos agravantes: por una parte la presunta comisión de un delito y, por otra, que este se haya dirigido contra la memoria de dos personas que, más allá de cualquier apasionamiento político, contribuyeron efectivamente al país con su labor investigativa y editorial, los esposos Mesa.
Lo del delito está en el Código Penal. Con el rótulo de “ofensa a la memoria de los difuntos”, el artículo 284 de esa norma señala que “el que ofendiere la memoria de un difunto con expresiones difamatorias o con expresiones calumniosas, incurrirá en las mismas penas de los dos artículos anteriores”; es decir, difamación y calumnia, que están penados hasta con 300 días de cárcel.
Pero ni siquiera la ley, que se aplica discrecionalmente en este país, es el gran detalle respecto a las acusaciones presidenciales. Lo que verdaderamente llama la atención es que hable de evasión tributaria, una actitud que, como sabemos, caracteriza nada más y nada menos que a los productores de hoja de coca del Chapare de los que Evo Morales sigue siendo principal dirigente.
Sí… en la guerra sucia se ven pajas en ojos ajenos a pesar de las vigas, o callapos, en el propio.
Las revelaciones sobre los vínculos del excoronel de policía Gonzalo Medina y el excapitán Fernando Moreira con el narcotráfico los han convertido en el epicentro de un sismo que está remeciendo las estructuras de las fuerzas políticas que se enfrentan en esta coyuntura.