Medio: El Deber
Fecha de la publicación: domingo 05 de mayo de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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En cuando al intelectual, el MAS se ve favorecido por opinadores de toda laya que buscan pintarlo como un aristócrata rodeado de blanquitos o como un intelectual poco serio que a lo sumo “hace listados”: listados presidenciales en su Entre urnas y fusiles o listado de las novelas clásicas de la literatura nacional en su último libro La palabra y la trama. Fernando Molina es el más entusiasta promotor de este desprestigio. ¿Normal que suceda esto? Sí, claro que sí, y si no hubiesen voluntarios para hacer esa pega, el MAS se los inventaría. Afortunadamente para el gobierno, los voluntarios están pluma en mano listos al ataque. Son los buscadores del desprestigio que van a meterse no en el análisis serio de la obra de Mesa sino en los recovecos de su larga labor intelectual, buscando el error, la frase mal dicha, el tartamudeo ocasional y cualquier pequeñez exhibida.
En todo caso, no veo mayor problema en el asunto. Estos afanosos buscadores no son el mayor problema.
También resaltan los buscadores de corrupción. Ya lo intentaron con Quiborax y acabaron por convertirlo en candidato presidencial. He ahí la diputada Susana Rivero. Ya lo buscan hacer con la última denuncia sobre dinero recibido de parte del ex coronel Medina, involucrado en narcotráfico. Carlos Mesa aclaró ya que este dinero recibido es por concepto de un bien inmueble y que la transacción fue realizada con el debido apego a la ley. ¿Vendrán más denuncias? Sí, pero vale la pena enfatizar que aquello también es normal en esta recta final electoral. Hay que estar seguros de que, en este preciso instante, aun siendo un día feriado, hay al menos una decena de oficiosos buscando embadurnar a Mesa con el lodo de la corrupción.
En todo caso, nada nuevo bajo el sol. Era lo esperable. ¿O es que alguien esperaba que Evo iría a debatir con Mesa? No, pues, lo lógico es buscar enlodar a Mesa antes que atreverse a debatir.
Asimismo, están los buscadores del pasado. La imagen que proyecta Mesa, a pesar de sus años en política, es la de un ‘outsider’. Es la imagen de un político novedoso, que carece de un partido que lo apoye, no tiene cola de paja y se exhibe como un acérrimo defensor de la bolivianidad, como lo hizo con el mar o con el asunto futbolístico de la altura. ¿Se va a buscar desmerecer esta estampa? No hay dudas que sí, relacionando a Mesa con el pasado y machacando en su lazo íntimo con el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. Ahí los rastreadores se clonan: ya lo vimos al inefable Quintana argüir que Mesa es “la expresión del fracaso del modelo neoliberal” o al mismo Evo “recordar” que Mesa es “muy leal al Gonzalo Sánchez de Lozada”. ¿Aparecerán más? Sí, y todos los días. ¿Normal? Por supuesto que sí. Nada que quejarse pues.
Y finalmente resaltan aquellos que intentan mostrar a Mesa como un “masista velado”: “ya lo tienen todo charlado, si Mesa es nomás masista pues”. Ese comentario ha tenido en el “análisis” del ministro Manuel Canelas su máxima manifestación. Canelas, usando palabras dichas por Mesa de manera descontextualizada, ha citado cinco frases de Mesa en las que supuestamente Mesa piropea al presidente Morales. Si uno lee un poquito más los artículos que cita Canelas se percata del engaño: Mesa deja en claro su punto de vista sobre el carácter cada vez más autoritario del régimen, la hipocresía que impregna el discurso pachamámico, la corrupción que caracteriza al gobierno entre otros aspectos que Canelas no menciona en su “intelectual” esfuerzo de manipulación. En todo caso, ¿hay algo de malo en ello? No, me parece que es parte de este juego cuyas reglas contemplan (lamentablemente) el arte de la manipulación.
¿Qué es pues lo que debe preocupar? Pues reitero que todos estos aspectos merecen preocupación. Sin embargo, ninguno me llama la atención: era lo esperable. Me llama la atención, por el contrario, el comentario breve pero incisivo de un experto en el marketing electoral: Jaime Durán Barba, quien escribió una columna titulada “La agonía de la democracia” en la que hace un breve repaso a los nuevos liderazgos triunfantes en el mundo señalando que todos ellos se han decantado por emprender estrategias electorales “modernas”, entendiendo por ello el uso de las redes. Este experto, a propósito de su certeza, comenta lo siguiente: “Es posible que Evo Morales gane nuevamente las elecciones a un Carlos Mesa que hace una campaña anticuada…”
Repito: “Carlos Mesa hace una campaña anticuada”. Creo finalmente que eso sí debe preocupar. Ligar ese comentario de pasadita con la última encuesta de Página Siete en la que Mesa baja al 28% de la preferencia electoral luego de haber arañado el 40% solo algunos meses antes, sí merece una mayor atención. No es “el otro” que ataca quien más preocupa. No, al parecer el enemigo puede estar en casa. He ahí la principal constatación de esta reflexión: algo se está haciendo mal o hay algo que todavía no despega. A eso se llama una “campaña anticuada”. ¿Cierto? No lo sé. Sé que hay un llamado de atención serio que va más allá de los ataques usuales y parece estar en el corazón mismo de la estrategia. Ya se lo verá.