Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: viernes 03 de mayo de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Reitero mi opinión de que tanto Donald Trump, en Estados Unidos, como Evo Morales, en Bolivia, son populistas: el uno de derecha y el otro de izquierda, pero ambos unidos por el defecto de apelar a la demagogia en sus gobiernos.
Apena que en la política estadounidense los opositores caigan en la celada de seguir con el empeño de impugnar al presidente Trump, así lo merecieran sus repetidas metidas de pata en las que él pareciera pensar que la democracia se puede manipular cual si fuera una engañifa de las muchas que permite su sistema dominado por la farándula comunicacional. Sus oponentes lo harían mejor apelando a la racionalidad inherente de toda persona, fuera una lumbrera o uno de limitadas luces, desglosando defectos o aspectos jocosos que desmerecen al demagogo. Y son muchos.
Uno de los últimos fue la renuncia del segundo en mando de la Fiscalía General del Estado, tal vez agobiado por la tirantez de su relación con el arbitrario mandamás, al haber examinado por largo tiempo la investigación del fiscal Mueller sobre la trama rusa.
Ya que Trump apela a sutilezas legales, por no decir argucias abogadiles, para quitar la mecha a una insoportable injerencia de Rusia en el sacrosanto proceso eleccionario de Estados Unidos, más que seguir machacando sobre la mano de Moscú y la tolerancia trumpiana bien harían sus opositores en concentrarse en detalles sobre la renuncia de personalidades –y son muchas– con tal o cual motivo. Eso sí que convence a moros y cristianos adeptos a escandalosos aspectos de la farándula en las noticias. ¿No retrotrae al empecinado apoyo a eventuales espías en el régimen de Evo Morales?
La comedia irónica es arma poderosa. Digan si no causa sardónica risa que Trump devalúe la majestad de su investidura, al lograr finalmente (ya habían rechazado invitaciones previas), que un equipo femenino festejase su triunfo en la Casa Blanca.
Hubo chistes presidenciales: “--¿te gustaría trabajar en la Casa Blanca?”, preguntó el Presidente; –“no”, le respondieron; –“te contrataremos, necesitamos la ayuda”, contraatacó. La camiseta con el nombre de Trump dejó “maradoniano”, a quien ni vio algún partido femenino de baloncesto. Bandejas de hamburguesas no eran alimento adecuado para atletas que no lo serían si fueran malnutridos obesos. Recuerdan al “jefazo” cocalero entregando premios a deportistas, menos mal que sin “ajtapis”, en el fastuoso piso del malgasto de la llamada Casa Grande del Pueblo; si primasen los méritos de algún candidato cruceño y fuese elegido, ojalá que no se le ocurra servir masaco o locro a alguna delegación.
Ahora hasta anuncian candidaturas para reemplazar a Donald Trump en su país. En Bolivia, fuera del apoyo incondicional a Nicolás Maduro en Venezuela, Evo Morales opta por un perfil bajo, inclusive sobre temas más importantes como la reiterada crisis de la pudrición de la Policía debida al narcotráfico, dice un editorial periodístico. La oposición olvida que el traspié presidencial en el 21F, el referendo del 21 de febrero de 2016 tuvo que ver con escándalos mediáticos, entonces sexuales. Es que a la gente, en Estados Unidos y Bolivia, le gusta el morbo sensacionalista.
Ejemplo de ello en nuestro país es un cardenal boliviano, cuyo ancestro poco importa, que parece un monaguillo presidencial. Su jefe recibe hipócrita y devotamente la eucaristía de una Iglesia católica que antes denostaba. ¿Será que más pesan los votos católicos que los protestantes?
Aires monárquicos de un mandamás autocrático se desnudan ante críticas por el abuso de dos helicópteros y un fastuoso avión; ahorrar tiempo en arribar a estadios llenos de adláteres oculta el coste real de llevar a Evo Morales con lujos que otro sensato mandatario declinaría.
Mientras tanto, informes internacionales confirman la destrucción de la justicia en el país, soslayando que sin independencia en la justicia no hay democracia, dicen los críticos del demagogo. ¡Muestren como viven las hediondas y los corruptos presos del oficialismo, o el boato de los generales obsecuentes al régimen! En fin, todo vale para ganar votos.
Abismales son las distancias entre el elefante de la primera economía mundial y la hormiguita de un país que ni figura entre los prósperos del planeta, salvo para destacar recursos naturales sin aprovechar. La demagogia es el denominador común de sus gobernantes. Tenía razón el canadiense Marshall McLuhan al sostener que “el medio es el mensaje”, aludiendo al poder de la tecnología moderna de la comunicación hurgando prejuicios y emociones, negativos a veces, en este caso para ganar votos. Tal ocurre en populistas de derecha y de izquierda, como el que desgobierna a los estadounidenses y mal gobierna a los bolivianos.
¿Será que en las espaldas bolivianas se pueden sembrar nabos?