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Medio: La Razón
Fecha de la publicación: martes 20 de febrero de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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De una multitud movilizada en las calles (vgr. las “guerras” del agua y del gas) devino la construcción de un sujeto político portador de un discurso constituyente. Evidentemente, la construcción de un discurso hegemónico se articuló con otros discursos y, sobre todo, en un momento conflictivo. De allí aquel momento altamente polarizado que se registró en el curso de la Asamblea Constituyente, a fines de la década pasada, le otorgó al relato del “proceso de cambio” una gran capacidad de influencia social. Esa polarización generó las condiciones necesarias para la definición de la identidad socio/política en función del enemigo. Y, sobre todo, aunque suene populista, ese discurso hegemónico se erigió en función al liderazgo político de Evo Morales.
Ese discurso hegemónico se mantuvo casi intacto hasta el referéndum constitucional del 21 de febrero de 2016 (21F). ¿Qué sucedió luego? El veredicto de este evento electoral le negó una nueva postulación presidencial a Evo Morales. Y la persistencia oficialista de forzar un resquicio legal para que quede habilitado a terciar en las próximas elecciones presidenciales abrió las compuertas para un nuevo campo discursivo.
Entonces, como diría Ernesto Laclau, ese campo discursivo se pobló de significantes vacíos o significantes flotantes en disputa. Y en ese espacio de (re)significación discursiva, gracias a la precipitación oficialista por realizar y luego rechazar el resultado del referéndum del 21F, la oposición, que carecía de un referente interpelante para la ciudadanía, halló un discurso que, entre otras cosas, tiene una carga altamente efectiva: la democracia.
Allí, la oposición tejió una cadena de equivalencias (apoyo a los médicos = democracia, por ejemplo) para prolongar la disputa por el sentido político hasta el 21F de mañana; aunque tal apelación en defensa de la democracia carece de un sentido específico. En todo caso, no resulta casual que tanto el oficialismo como la oposición, encubierta detrás del movimiento cívico, estén anunciando sendas concentraciones masivas en varias ciudades bolivianas.
Allí, los espacios públicos, particularmente las calles, se establecerán en escenarios de disputa discursiva; algunos defendiendo una nueva postulación de Evo Morales a la presidencia, a la cual consideran una cuestión decisiva para la continuidad del “proceso de cambio”. Para los opositores, su bandera de lucha es la “defensa de la democracia” que, según ellos, pasa necesariamente por respetar los resultados del 21F. De allí, que el referéndum constitucional haya propiciado una inflexión discursiva y, por lo tanto, hoy existe una batalla por los significantes. Resulta evidente que asistimos al desplazamiento de la hegemonía enunciativa para dar paso a una transición discursiva que probablemente a partir de este 21 de febrero sea una constante en el entramado y complejo campo político boliviano.