Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: jueves 02 de mayo de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La campaña de Mesa tiene varias dificultades, una intrínseca al régimen autoritario que vive el país: su contrincante, el presidente Morales, tiene a su disposición todos los recursos que desee, además de controlar las instituciones estatales, siendo dos las más importantes: el Órgano Judicial y el TSE.
Mesa, por el contrario, debe conseguir recursos de maneras creativas, y así y todo ha tenido muchas dificultades en hacerlo. Para contratar personal, comprar espacios en los medios de comunicación, realizar tareas de transporte, pagar estudios de opinión pública, etc., se necesitan grandes cantidades de dinero, con las que no cuenta, a diferencia de su rival, que incluso se va en helicóptero a su casa al terminar la jornada.
Pero, en los hechos, como demuestra este sondeo y otros parecidos que se han difundido recientemente, se puede decir que la campaña de Mesa no ha redundado en una mayor preferencia, mientras que el discurso del oficialismo está logrando mantener la promesa de estabilidad como un valor.
Con todo, estos resultados, aún con bastante distancia de la elección de octubre, pueden modificarse en cualquier sentido en los próximos meses, pues existen otras dificultades, propias de las tendencias del electorado.
Hay un número considerable de indecisos que pueden cambiar cualquier resultado. Actualmente, bordean el 24%, según la encuesta de Página Siete. Buena parte de estos indecisos votarían por el candidato que esté mejor posicionado frente a Evo, pero otros mantienen un criterio relativamente favorable a Morales. Por lo tanto, la estrategia de Mesa no puede basarse en atacarlo frontalmente ante el temor de alejarlos. Ello se demuestra al analizar al tercer candidato en disputa: pese a su actitud mucho más confrontacional con el Primer Mandatario, Óscar Ortiz no ha logrado pasar, hasta ahora, del 8%.
Mesa, por tanto, parece atado de manos, sin posibilidad de atacar a su rival principal, como es usual en muchas campañas electorales. Como decía un meme de reciente circulación: “nadie le ganará a Morales a punta de besos”.
Pero, incluso fuera de la polarización que el expresidente parece tratar de rehuir, Mesa tampoco ofrece mensajes que lo puedan diferenciar y que hagan ver a parte de la población que él sí es una alternativa de poder al caudillo masista.
En otras palabras, si de ganar a los indecisos se trata, la tarea no es fácil, porque el oficialismo tiene muchos más recursos para todo (incluso para atacar a sus adversarios, como lo ha hecho con Mesa). Mientras que Mesa no puede o no quiere lanzarse a la total confrontación para preservar a buena parte del electorado, a riesgo de ser considerado una especie de candidato del continuismo. Una difícil posición.
En cuanto al tercero en disputa, Óscar Ortiz, su apuesta es, como decíamos, más evidente, pero eso no le ha significado aún un claro repunte. Lo que pone en el tapete las limitaciones que está teniendo la oposición para mostrar un discurso alternativo y cautivador ante la presión, poder y presencia del MAS.
Aunque en ninguna parte del mundo una elección se define únicamente con un programa, sino con una serie compleja de factores, es importante por ahora saber qué plantea la oposición sobre aspectos determinantes como qué se hará con la economía.
En defensa de la campaña opositora, se debe decir que todavía uno de cada cuatro o de cada cinco bolivianos no han decidido su voto, lo que da espacio para la esperanza democrática. Segundo, que todavía faltan seis meses para poder instalar un mensaje, moderado, según la estrategia elegida, pero más asertivo y que dé confianza que el candidato opositor puede llevar al país a mejores puertos.